MOTEROS TRANQUILOS, TOROS SALVAJES. LA GENERACION QUE CAMBIO HOLLYWOOD

AUTOR: Peter Biskind

EDITORIAL: Anagrama

PAGINAS: 671

Contra la imagen de censura, represión y oficialismo que pueda dar la retransmisión en falso directo de los Oscar, hubo una época de Hollywood no muy lejana en la que la libertad más absoluta, escoltada por el sexo, las drogas y el rock and roll, imperaron. Era la rebelde generación (luego comercialmente integrada) del "Nuevo Hollywood" que retrata el periodista Peter Biskind en Moteros tranquilos, toros salvajes. La generación que cambió Hollywood. Artífices de grandes trilogías, como el George Lucas de La guerra de las galaxias , el Francis Ford Coppola de El padrino y el Steven Spielberg de Indiana Jones , junto con directores como Scorsese, Robert de Niro, Brian de Palma, Paul Schrader, Arthur Penn, Robert Altman y Roman Polanski, entre otros, revitalizaron en los años 70 un Hollywood que languidecía de su dorada época de la segunda posguerra mundial. Como contrapartida, estos directores y actores como Al Pacino, Jane Fonda, Diane Keaton y Warren Beatty, entre otros, lograron que la gran industria del cine les tolerara excesos y rebeldías hasta que alguien de su propio gremio, el mediocre Ronald Reagan, impuso la reacción conservadora desde la presidencia republicana de EEUU desde 1980.

¿Qué hizo posible esta corta pero fructífera era del Nuevo Hollywood? De entrada, el hecho de que las recaudaciones generadas por la industria en la meca del cine, que en 1946 habían alcanzado en EEUU un máximo histórico de 78,2 millones de dólares a la semana, descendieron a 15,8 millones en 1971. Estas cifras, más el éxito de los moteros Peter Fonda y Dennis Hopper en el filme Easy rider (1969), permitieron la irrupción de un grupo de irreverentes directores que iniciaron su ascenso a rebufo de la contracultura de los años 60 y 70. "Fue una avalancha de grandes y nuevas ideas, y por eso fue una década crucial", reconoce Spielberg.

Para formar parte del club era casi imprescindible ser director, ya que importaba la película, no el negocio. El realizador se encargaba de crear compañías de repertorio, sin grandes estrellas que pudieran influir en el resultado final. Entre eso y que los equipos eran muy reducidos, bajaron los costes de producción y la presión, y se empezó a trabajar con mayor libertad. El director solía escribir o colaborar en el guión para ejercer de auteur de películas generacionales y antiautoritarias, que a menudo se convertían en metáforas de la corrupción. Películas como El padrino (Coppola, 1972) y El exorcista (Friedkin, 1973) anticiparon el maniqueísmo conservador de Reagan, y La guerra de las galaxias (1977), además de El padrino, introdujo el parricidio como argumento.

El Nuevo Hollywood era como un pueblo. Lucas conoció a Coppola en los estudios Warner y cayó bajo su hechizo. "Era capaz de vender hielo a los esquimales", dice Lucas, quien, a su vez, critica a Coppola por no haberle apoyado en su primer filme, THX 1138 (1971). Pese a todo, Coppola es el mejor amigo que Lucas ha tenido en el cine, y en él se inspiró para escribir el personaje de Han Solo de La guerra de las galaxias. Coppola fue también quien sugirió que Scorsese dirigiera la segunda parte de El padrino. Pero Paramount no lo aceptó, y eso permitió que Scorsese rodara otras películas, ya junto con Robert de Niro, su amigo y confidente.

TALENTOS DE BRAGUETA. Muchos de los hombres del Nuevo Hollywood se hicieron famosos por su bragueta. Beatty se llevó la palma. Biskind recuerda el movimiento de la caravana del actor mientras rodaba Bonnie y Clyde (1967). "Te dan muchas bofetadas, pero también follas mucho", declaró sobre sus infidelidades Beatty. Más joven era la Linda Blair que, con 12 años, logró el papel de El exorcista por afirmar en el casting que se masturbaba. Hasta Coppola ligaba en su casa cuando su mujer subía al piso de arriba para cuidar a sus hijos. Sólo Spielberg era más recatado, aunque cayó en las redes de Victoria Principal, que le metió mano bajo la mesa de un bar.

Algunos orgasmos estuvieron asociados a los subidones lisérgicos. "No había cocaína en las calles antes de Easy Rider ", afirma un Hopper que se atribuye el mérito de haberla puesto en circulación. Jack Nicholson se enganchó porque decía que le iba bien para su eyaculación precoz: "Si te pones un poquito de coca en la punta de la polla, puede considerarse una ayuda sexual". Scorsese empezó a coquetear con las drogas mientras rodaba New York, New York (1977). Sólo Spielberg, que se sentaba "en una habitación a ver la tele mientas los demás se ponían ciegos", quedó de nuevo al margen.

A mediados de los 70, el fin de la guerra de Vietnam y la fuerza de la televisión, que empezó a corromper el gusto del público, trajeron cambios. Sólo faltó que Spielberg rodara Tiburón (1975) y revolucionara la industria al demostrar la importancia de publicitar los filmes en televisión y exhibirlos en el mayor número de salas posible. Paradójicamente, los directores insumisos no sólo hicieron películas altamente rentables, sino que reforzaron el sistema de grandes estudios al que se habían enfrentado. Cansados de los altos costes de producción, los estudios decidieron recuperar el control de los filmes. Y así fue como directores de relumbrón como Friedkin, Schrader, Penn y Peter Bogdanovich se diluyeron durante la reacción cinematográfica de los años 80. Sirve de parábola el famoso final de Easy Rider, cuando Wyatt le dice a Billy: "La hemos cagado". Bastaron poco más de 10 años para comprobarlo.