D esde hace 30 años (iconografía celtíbera) ha saltado del dibujo animado al documental, el juego con dibujos clásicos, los estudios de los grandes artistas aragoneses, de Goya a Chomón, Gargallo, Ramón Acín, Luis Buñuel, Julio Alejandro, Antonio Saura, Rafael Navarro, y piezas de escritores y artistas para el Círculo de Lectores. Profundizando la relación entre la imagen, la escritura y el sonido, destiló el camino, personalizando su lenguaje hasta alcanzar un estilo propio.

Ha realizado colaboraciones con el Ministerio de Cultura, Círculo de Lectores, Aragón Televisión, Gobierno de Aragón, diputaciones provinciales y ayuntamientos, Televisión Española, Canal Plus, Instituto Buñuel/SGAE. Entre 2000 y 2004 realizó, con Jesús Lou y Vicky Calavia, la localización y sistematización de lo que hoy conforma la base documental y la web de la Fundación Ramón y Katia Acín, con unos 6.500 registros, que desde su creación desarrolla y administra. Y, tras impulsar exposiciones, libros, documentos, acaba de terminar un vídeo realmente impresionante sobre Ramón Acín Aquilué.

-¿Qué te hizo dedicarte a estas tareas visuales y qué grado de felicidad te ha producido esa dedicación?

-De niño, cuando venían mis abuelos, mis padres me trasladaban a dormir a la cama turca: dormía soñando que estaba en un estudio de París con techos muy altos lleno de libros y objetos, siendo artista o escritor. Sigo teniendo esa placentera sensación ya en las puertas de la vejez. Leí con profusión y escribí poesía, no mala, rodeado de buenos amigos y amigas, en el Cine Club Saracosta colaboré y vi mucho cine. Comencé Filosofía y Letras no con mucho aprovechamiento porque me dediqué con intensidad a la militancia antifranquista y me ganaba la vida en el gabinete de estudios socioeconómicos de José Antonio Báguena. Y luego con La Bullonera fui representante y técnico de sonido.

Me dediqué a sonorizar conciertos, por ejemplo de grupos de jazz americanos que recalaban en los ciclos de música del Teatro Principal. Ya en el año 1983, la Filmoteca y la sala Spectrum crearon un ciclo de nueva imagen: videoarte, videocreación, y Leandro Martínez contrató mis servicios. Ver aquellas creaciones me marcó y me sumé a la línea del coreanoamericano Nan June Paik, del movimiento vanguardista Fluxus, con decenas de artistas de la música, la pintura, la danza y la performance utilizando la cámara y el magnetoscopio.

Continué el camino abierto y organicé varios años muestras y talleres -sufragadas por Diputación de Zaragoza- donde se exponían esas producciones de todo el mundo y venían algunos autores de España, de Francia o Estados Unidos a explicar sus procesos de trabajo.

A la vez, y por Eugeni Bonet, conecté con la escuela barcelonesa Videografía, dirigida por Antoni Mercader, distribuidora de vídeos de diversos países. Allí encontré y aprendí mi medio de expresión para la poesía, la imagen, la plástica, la música, la tecnología, la sociología y la comunicación. Mi primera y heterodoxa animación en 1988 fue premiada en el festival de vídeo de Cádiz, al que no pude asistir pues estaba en Nueva York con una beca de la Diputación de Zaragoza: algo decisivo. Poco después realizé un vídeo de gran repercusión y premios, Sauragramas, que TVE presentó al encuentro de televisiones europeas PrixItalia.

-¿Cómo ves el momento aragonés en el mundo del cine y otros audiovisuales, con la serie de festivales, promociones, escenarios, premios…?

-Cuando comencé, el vídeo era muy reciente y aún más en nuestro país. En los encuentros entre los pocos que realizábamos vídeo de toda España se discutía sobre el nuevo lenguaje, la relación con el cine y la plástica o las posibilidades que podían exitir en las entonces todavía nonatas televisiones privadas o autonómicas. El debate vídeo versus cine era uno de esos debates recurrentes que la tecnología y las mejoras cinematográficas zanjaron: hoy los sitemas digitales han avanzado hasta alcanzar la calidad del cine y le han superado en la hoy indispensable utilización de trucaje y efectos.

El dilema no era técnico, sino conceptual. En el nacimiento del vídeo había una nueva estética y unos medios narrativos muy distintos al cine tradicional que no acababan en las grandes pantallas, sino en museos, centros culturales, sociales o cualquier tipo de espacios, muchas veces jugando con ellos mediante instalaciones multicanales que se relacionaban con el espectador. Hoy ese vídeo creativo y reactivo del que me creo participante es más o menos marginal.

Las instituciones públicas, o sus diferentes responsables, equiparan imagen con cine y glamur, palabra que me pone malo porque en realidad no esconde sino una realización de fastos con alfombra barata y las correspondientes fotos y páginas para aprovechamientos que sabemos. Y el coste de estos festines casi absolutamente estériles va en detrimento de la educación del público y de las propias personas creadoras. Si hablamos de Aragón, estos últimos días tenemos un ejemplo delirante si se confirma lo que aparece en las páginas de los periódicos. Quienes favorecen o se aprovechan de este banquete de la nada cubren el expediente diciendo que eso es lo que el público quiere. Pan y toros.

El mundo audiovisual es mucho más amplio y más rico que el cine, que forma parte de él. Creo que no hay una política audiovisual y no la habrá mientras todo se centre en el festivalismo. Está bien que nos veamos a nosotros mismos y nos aplaudamos, pero el mundo es inmenso y en este campo hay maravillosas propuestas audiovisuales en diversísimos formatos que no vemos. Las muestras, los ciclos o los talleres son más asequibles y sobre todo los receptores aprenden otras cosas más jugosas y creativas que el aplauso que solamente calienta las manos.

Mucha gente está ávida, solamente hay que mostrarle que hay más cosas que las que en nuestra cueva se han establecido como la normalidad y la excelencia. Repito, cuestan menos y alimentan mucho más sin engordar ni el ego ni la estulticia. ¿Por qué quienes tienen en sus manos ese camino no lo emprenden? Que cada uno saque sus conclusiones.

-¿Qué planes a medio y largo plazo tienes en tus trabajos?

-Llevo seis años haciendo crecer una colección de piezas que relacionan diferentes lenguajes: pintura con poesía o estas con música, danza o fotografía. El nombre de este proyecto es un préstamo al término creado por Marcel Duchamp: Infraleves. Lo son por su cortedad y por la sutilidad de sus tratamientos, poemas visuales.

Aparte sigo, claro, con documentales. Actualmente con dos personajes que me fueron cercanos: Emilio Gastón (1935 -2018) que pocas explicaciones necesita y el zaragozano Alfredo Castellón (1930-2017), bastante desconocido pero figura fundamentel de la cultura y la televisión, realizador de cientos de programas para TVE desde su creación: los legandarios Estudio 1, Visto para sentencia, Mirar un cuadro, etc. Era también un excelente escritor y dramaturgo.

Pretendo transmitir una historia de amistad, de lucha por la vida, una historia de auténtica ingenuidad en el estricto sentido latino del término: nobleza y libertad, tan alejadas ambas de la sumisa candidez.

Semblanzas audiovisuales