Un hombre interpreta una canción tradicional kurdo-iraní ante un auditorio repleto de hombres y con grandes aplausos finales. Enfrente, una mujer sale a un escenario vacío, cubierta con un chal, y comienza a interpretar una canción en un idioma prelingüístico por medio de ululaciones, gritos y respiraciones. Apelando a las emociones de la música, la artista iraní (exiliada en Estados Unidos) Shirin Neshat denuncia la prohibición de cantar en público que sufren las mujeres en su país natal. Es solo una de las piezas, en este caso audiovisual, que forman parte de Poéticas de la emoción, exposición que se inauguró ayer en CaixaForum Zaragoza y que, a través de 45 obras de 21 artistas, «resalta la capacidad de conmover que tiene el arte contemporáneo frente a aquellas posiciones que lo sitúan en un terreno más racional o preeminentemente político». Así lo explicó la comisaria de la muestra, Érika Goyarrola, acompañada del director del CaixaForum, Ricardo Alfós.

«Queremos resaltar la capacidad del arte de emocionarnos, conmover y padecer -señaló Goyarrola-, volver a esa experiencia del arte que se había perdido a favor de la idea y del concepto. Y aquí con diferentes piezas, estilos y periodos vemos cómo se han transmitido esas emociones y qué similitudes se han mantenido a lo largo del tiempo y, por último, cómo el arte ha codificado ciertas formas de emoción».

‘LLANTO SOBRE CRISTO MUERTO’ / Es Llanto sobre Cristo muerto, de Esteban Jordán, del siglo XVI, la obra con la que se abre la exposición con la que se ve de una manera clara «la individualización de las emociones fundamentalmente el dolor y la tristeza», señaló Goyarrola que explicó que el arte católico «es un ejemplo claro de la humanización de los personajes y la transmisión de las emociones». Junto a esa escultura de Llanto sobre Cristo muerto se expone de hecho un Descendimiento de la cruz anónimo en el que manda la herida en el costado de Cristo. Algo que la comisaria enfrenta con Homúnculo de Manolo Millares y, sobre todo, con las fotografías de Gina Pane que con Action Psyché utilizó su cuerpo como soporte artístico cortándose en forma de cruz partes de su cuerpo con una cuchilla. Todas estas escenas las observa la pieza The silent sea, de Bill Viola, en la que nueve actores, a través de la quietud, «van subrayando diferentes emociones». Este primer ámbito de la exposición concluye con dos obras que contraponen las connotaciones negativas que han tenido a lo largo de la historia las emociones de la mujer. Por un lado con La Piedad, de Ramón Padró y, por otro, el «histerismo asociado a la mujer» en I’m not the girl who misses much, de Pipilotti Rist.

«Los miedos van cambiando a lo largo de la historia. Las emociones son innatas pero también son culturales y van cambiado, las razones por las que lloramos cambian», explicó Érika Goyarrola que fue más allá: «Las emociones sirven para la supervivencia, son la que nos permiten el bienestar y las que ayudan a tomar decisiones».

Las emociones en forma metafórica es la línea que marca el segundo ámbito de la exposición en la que se pueden ver desde el Paisatge 17 de Perejaume hasta la Puesta de sol, de Joaquim Mir sin dejar de lado la Geometría de ecos de Carla Andrade o las fotografías de Francesca Woodman que fotografía edificios vacíos buscando proyectar la emoción. El paso de la segunda parte de la exposición a la tercera se realiza a través de Turbulent, la instalación de Shirin Neshat y da lugar a una última sección en la que las emociones entran en el campo social e incluso en el ámbito de la fiesta. En la pintura Fiesta vasca de Darío de Regoyos se contempla la seriedad de las mujeres en el baile de los domingos que se realizaba en San Sebastián y «que se ven que no están disfrutando con el acto», señaló la comisaria de la exposición. Justo enfrente a esta pieza se puede contemplar Birthday, de Iván Argote. Un vídeo que juega «con la convención social de que el cumpleaños tiene que ser alegría y celebración». Así, el artista hace cantar en un ascensor de París a todo un grupo de gente el Cumpleaños feliz en una ciudad a la que acaba de llegar y no conoce a nadie.

En la misma sala también se pueden ver las fotografías de Colita, una serie de grabados de Joan Miró comandados por el enérgico trazo del artista catalán y, sobre todo, destacando sobre todas ellas con un lugar preeminente en el tramo final, Bailarina, también de Joan Miró. A partir de diversos objetos cotidianos, el artista construye esta escultura que remite rápidamente a gestos de celebración o protesta que ya están en las instantáneas de Colita de la misma sala del centro o incluso a la pintura de Darío de Regoyos.

Poéticas de la emoción se culmina con un vídeo en el que Jeremy Deller en el que el artista le pidió a la banda de metales Willian Fairey Brass Band «que interpretara un repertorio de música acid house, combinando así dos expresiones dispares de la cultura popular. Tanto que, al principio, la banda no sabía ni a qué se refería con el encargo», concluyó Érika Goyarrón.

HASTA EL 27 DE OCTUBRE / La exposición se podrá ver hasta el 27 de octubre y, como es habitual en el centro, lleva aparajeada una serie de actividades paralelas. El bailarín Toni Jodar invitará a descubrir la exposición a través de la danza con Esto no es una visita los días 11 y 18 de julio, mientras que habrá todo tipo de visitas guiadas y también hay un apartado especial para los más pequeños con una guía didáctica especial. La visita (de lunes a domingo en horario de 10 a 20 horas) a las muestras del centro cuesta 5 euros aunque es gratuita para los clientes de CaixaBank.