Edurne Portela aborda en Mejor la ausencia la historia de una familia destruida, atravesada por la violencia de su entorno en un Euskadi industrial durante Los años de plomo con ETA más activa que nunca y con el paro y la heroína azotando con dureza.

-Reducir ‘Mejor la ausencia’ a una historia sobre ETA, ¿es un simplismo?

-Creo que sí pero también entiendo que hay cierta expectativa sobre lo que yo puedo escribir porque hace justo un año saqué un ensayo y ese sí que tenía que ver directamente con la cuestión de ETA y el conflicto. Hay gente que lo ha leído con esa óptica y ha obviado todo lo demás, que es fundamental en la novela, como la violencia doméstica y el hecho de que es una novela de formación, de crecimiento. Hay mucho más aparte de la presencia de ETA, los GAL, la violencia policial... mil cosas que tienen que ver con esa historia.

-¿Obviamos que la violencia marca consciente o inconscientemente nuestro camino?

-Es más fácil obviarla que enfrentarse con ella pero creo que hay situaciones en las que si esa violencia no se encara, no se narra de una manera que dé sentido a los estragos que causa, se convierte en trauma. De cualquier tipo de violencia que genera una sociedad hay que hablar y encararla aunque sea doloroso o incomode como puede hacerlo esta novela, aunque suponga reconocimiento del daño causado que es un proceso muy difícil.

-Su novela ha demostrado que a pesar de que el conflicto con ETA parece superado sigue escociendo...

-La herida está muy abierta pero también creo que no se puede cerrar en falso. Si lo que hacemos es aplicar un manto de silencio a esta herida como a cualquier herida traumática, esa herida cierra en falso y por tanto se va a reabrir siempre que haya un pequeño brote de algo que recuerde a esto. Pero también es una reacción natural, somos más propensos como sociedades y también como individuos a intentar pasar por encima del dolor y de lo difícil con la esperanza de que se arregle solo pero no lo hace nunca y tenemos mil ejemplos. En España, el de la guerra civil y el franquismo, todavía hay guerras abiertas por mucho que digamos que pertenece al pasado. Nosotros somos pasado.

-La protagonista de su novela, Amaia, se defiende con pequeñas huidas pero siempre acaba volviendo, ¿busca sanar la herida?

-El mecanismo de huida es parte de la reacción de la protagonista pero también de todos los personajes que sufren algún tipo de violencia en la novela. Creo que de alguna manera esa huida es una manera de cerrar en falso o de no afrontar el problema y al final siempre constituye la necesidad de volver. No puedes estar huyendo siempre de tu pasado, este al final te alcanza y creo que eso es aplicable también a lo social.

-Uno de los aspectos que más desapercibido ha pasado de su libro ha sido la violencia patriarcal, ¿cree que es culpa de la sociedad que vivimos?

-Eso es un tema que ha pasado más desapercibido para algunos críticos pero al mismo tiempo es algo sobre lo que las lectoras sobre todo son muy conscientes que es un reflejo muy duro de lo que significa para una mujer, de una sociedad que concibe el abuso como algo normal, ya sea como maltrato directo o el abuso de su cuerpo. Está metabolizado en la sociedad y no despierta ninguna alarma no ya en las personas que ejercen esa violencia incluso en las que lo sufren. También hay lectores hombres que me dicen que hasta que no leyeron ciertos pasajes de la novela no fueron conscientes de ciertos comportamientos de adolescente que ahora reconocen como abusivos. La novela en ese sentido encara al lector con una serie de situaciones muy incómodas y algunos lo procesan y lo entienden como una crítica al patriarcado y otros pasan de largo porque es muy incómodo para ellos. Hay ciertos mecanismos de comportamiento que son muy difíciles de asumir como comportamientos negativos porque están metabolizados en la cotidianeidad. Igual no ya tanto el maltrato físico de la mujer pero esas micro agresiones que se producen entre jóvenes sobre todo, están muy vigentes.

-¿De dónde sale Amaia?

-En buena medida de mi imaginación pero también de una memoria que no es autobiográfica pero sí tiene que ver con el contexto de mi vida porque la geografía y el marco temporal de Amaia de crecimiento son los míos. Después está la memoria cultural, el entorno del punk y la heroína, también toda esa asfixia política que se vivía muy marcada por la violencia del momento, la degradación medioambiental, todas esas memorias y vivencias que tiene Amaia tienen que ver con mis recuerdos más afectivos, más intangibles de la época. Pero en buena medida es una elaboración imaginativa.

-‘Mejor la ausencia’ está abierta a la interpretación, ¿es algo intencionado?

-Sí. No me gusta la literatura que da respuestas, sino la que interroga. Creo que de forma consciente no le quería dar a los lectores una tesis interpretativa sino dejar que cada uno según su conocimiento y su forma de ver el mundo y la realidad asumiera esa novela y la interpretara a su manera.