INTERPRETES: Orquesta Nacional Checa y Coro de Cámara de Praga

LUGAR: Sala Mozart del Auditorio

FECHA: Jueves, 1 de abril

ASISTENCIA: Media entrada

Este año se cumple el centenario de la desaparición de Antonín Dvorák, uno de los músicos más sanos y optimistas de la historia. La Sociedad Filarmónica y el Auditorio se unían ayer para un atractivo homenaje al compositor checo a través de su producción coral, con una sesión que dejó un excepcional sabor de boca. La Nacional Checa y el Coro de Cámara de Praga son conjuntos de reciente creación, pero claras muestras de qué es la música en esa región centroeuropea: esta gente vive la música desde niños y acaban convertidos en profesionales serios de los que nunca fallan. El eslovaco Ondrej Lenard dirigió este admirable despliegue de la obra religiosa de Dvorák.

Que Dvorák tenga un fondo de alegría en su música no quiere decir que sea ingenuo (la candidez es un defecto social y artístico más propio de nuestros días que del Diecinueve). Sus páginas religiosas reflejan una fe veraz en todas sus vertientes: contricción, plegaria y luminosa esperanza. Lo más dramático de la velada estaba en sus Canciones bíblicas (cinco de ellas), con el estupendo Vladimir Chmelo como solista, alcanzando máximo recogimiento en su lectura de El señor es mi pastor , de una sencillez que desarma.

Más expansiva era la Misa en Re , obra desconocida pero plagada de logros. El Coro de Praga y el excelente plantel solista consiguieron extraer toda la variedad emocional de la obra, desde la brillantez del Gloria a la sentida piedad del Benedictus . El lado más deslumbrante y jubiloso de la velada estaba en el Salmo 149 y en el apabullante Te Deum . La emoción final de esta última, su belleza sin concesiones, convencen al más duro de corazón. Por expresarlo con la misma simplicidad que Dvorák. ¡Qué concierto tan bonito!