¿Qué opciones le quedan al crítico cuando más de 30.000 espectadores convienen en que el concierto del grupo que han ido a escuchar ha hecho un concierto estupendo? Pocas, francamente. Sobre todo si de un concierto de Metallica se trata.

Varias generaciones de seguidores del heavy metal se dieron cita anoche en La Romareda para asistir al único concierto en España del grupo que revolucionó el estilo en los años 80. La mayoría de esos fans , encandilada por la carrera de la banda; el resto, atraído por su leyenda. Se lució un buen número de modelos de camisetas con el nombre de Metallica, y corrió la cerveza. Para mayor brillo, el actor Javier Bardem siguió la actuación desde un palco.

Pasadas las 10.45 de la noche, el grupo de James Hetfield, cuando ya la parroquia había hecho varias olas y entonado tropecientos oes , salió a escena precedido por las imágenes de Sergio Leone y la música de Ennio Morricone. A buen entendedor... Y a la hora de escribir esta crónica (12.45 de la madrugada), Metallica, entre explosiones y fuegos artificiales, todavía seguía celebrando un ritual seguido con entusiasmo por los espectadores. Los mismos que corearon las canciones del repertorio, encendieron mecheros en los pasajes más íntimos, y demostraron a la banda que sí, que siguen considerándola la más grande.

Metallica, para no defraudar, cumplió con creces las expectativas, aunque su revolución de antaño se haya trastocado hogaño en escolástica. Mas, ¿quién estaba anoche para esas menudencias? Cuatro locos, entre los que me incluyo. Puestos a elegir, uno se queda con el heavy industrial y de ruidismo electrónico de esos salvajes llamados Slipknot (uno de los dos grupos teloneros de Metallica), quien, de haber contado con el volumen del que dispuso la banda estrella, habría reducido a escombros La Romareda.

En fin: que el personal disfrutó de lo lindo, y aquí paz y después más birras. Buen rollo, vaya. Mejor habría sido aún si no hubiera espectadores que para ahorrarse la fila de los baños descargan allí donde no deben (¿está reñido el rock con las buenas e higiénicas maneras?) y listillos que revenden cerveza (más cara, claro) ante el colapso de las barras. En pleno siglo XXI está muy feo orinar masivamente en los graderíos.