Robert Guédiguian conquistó el aprecio de muchos espectadores con Marius y Jeanette . Le siguieron De todo corazón , que obtuvo el Premio Especial del Jurado en San Sebastián, y tres películas más, siempre con el mismo equipo artístico, que profundizaban por diversas vías en su línea de cine de izquierdas, conflictos de clase o raza y compromiso social. Ayer presentó en el concurso de Zinemaldia Mi padre es ingeniero , con idéntico punto de partida: Marsella como escenario y una acción que protagonizan su esposa, Ariane Ascaride, y Jean-Pierre Darroussin.

Lamentablemente el resultado no está a la altura de anteriores trabajos. En este filme, Guédiguian mezcla realidad, fantasía e iconografía religiosa. La idea general es interesante pero su plasmación en imágenes no convence. Los continuos saltos de las escenas, que van de la realidad al pasado y también al mundo onírico de la protagonista, quitan peso al eje de la historia.