DIRECTOR : Joaquín Oristrell

INTERPRETES : Leonor Walting, Luis Tosar

PAIS : España AÑO : 2004

SALAS : Renoir

Hay comedias que arrancan bien y después se complican demasiado. En otras ocasiones, el inicio es titubeante pero el relato acaba entonándose. Es el caso de Inconscientes . El filme, ambientado en la Barcelona modernista de 1913, comienza de forma balbuceante, como si necesitase de más tiempo para dibujar a los personajes y acometer con fuerza el meollo del conflicto. Son unos primeros pasos inseguros, con ribetes de comedia y aires de intriga, sin acabar de cogerle el pulso a esa Barcelona recreada y potencialmente intrincada y misteriosa. Pero la firmeza y la convicción en lo que se narra vence poco a poco a la inseguridad de la apertura.

Un psiquiatra (Alex Brendemühl) desaparece. Su esposa, Alma, el prototipo de la mujer burguesa, moderna y liberada de la época que encarna Leonor Watling, halla las pistas para encontrarlo en el diario que relata los encuentros del marido con cuatro pacientes. En la tarea le ayuda su cuñado (Luis Tosar), también psiquiatra, pero menos atrevido en el estudio de la mente humana.

A la sombra de la primera visita de Sigmund Freud a la capital catalana se desarrolla la historia, y la presencia del autor del psicoanálisis resulta fundamental para el desenlace. Oristrell impregna su película de modernismo sin que Inconscientes sea una visita guiada por los cónclaves esenciales de esta corriente artística. A través de las peripecias de sus personajes, muestra una Barcelona tan popular como sofisticada, abierta en los sexual y en lo político.

Como habitual creador de comedias que es, Oristrell se maneja mejor en situaciones humorísticas que en pesquisas detectivescas. El gag del hipnotizador es excelente, así como la progresión de la relación entre Alama y Salvador, con ecos de los encontronazos y flirteos de Katerine Hepburn y Cary Grant en la era dorada de Hollywood.