Tras 25 años vuelve a las librerías Velocidad en los jardines (Páginas de Espuma), un libro que en su momento tuvo pocas ventas, llegó a descatalogarse pero con los años se ha convertido en objeto de culto.

-¿Que tiene Velocidad en los jardines para este regreso?

-Es una buena pregunta y para mí también una sorpresa ver que un libro que escribí hace tanto tiempo siga despertando interés en lectores. Yo creo que es una apuesta, más allá de la calidad, muy literaria. Para bien o para mal es un libro que desprende literatura, y quizá eso a determinados lectores les puede atraer.

-Se ha dicho que es el libro de narrativa breve más referenciado. ¿Qué opina?

-Siempre produce asombro, porque es un libro que yo escribí desde una soledad bastante considerable, cuando tenía 28 años y no conocía prácticamente nada del mundo literario. Luego, por un proceso de alquimia, ha ido funcionando muy bien el boca oreja a lo largo de mucho tiempo, y se ha convertido en un libro querido, más que un libro estudiado o citado. En los lectores que se me acercan para hablar del libro, noto cariño, calor humano, no sé, quizá porque hay algo en las historias que tocan un aspecto de la condición humana, o algún aspecto de la historia de las personas que les resulta cercana.

-¿Cómo ha aguantado el paso del tiempo?

-Yo lo he releído después de muchísimo tiempo. He visto sobre todo la cantidad de ilusión que había en él, la fe en la literatura y en su poder; he visto mucho deseo, mucho entusiasmo, y me ha gustado reencontrarme con ese fuego juvenil. Tenía la preocupación o el temor de que fuera un libro perfecto (risas). No lo he visto un libro de museo, para estar en una vitrina, sino que tiene sus imperfecciones y que respira a través de ellas.

-¿Ha habido algún cambio, además del prólogo?

-Ha habido cambios mínimos, pequeños ajustes de palabras. Te estoy hablando de una decena de palabras que en este momento no me sonaban bien,

-¿Por qué era necesario ese prólogo?

-Era importante contextualizar el libro, que no fuera una reedición a secas, contará el por qué este libro, de dónde surge, quién era la persona que lo escribió, cómo era la sociedad del momento. No es un texto de historia ni de sociología sino que a através de pequeñas pinceladas voy construyendo ese retrato y autorretrato de quienes éramos. Para mí es una pieza literaria.

-En los cuentos parece que le obsesiona el paso del tiempo y la soledad. ¿Siguen preocupándole?

-Sí, son temas que he ido desarrollando en mis otros libros, pero creo que en este caso la juventud que yo tenía los hace más acuciantes. Cuando somos más jóvenes pensamos con más intensidad en el paso del tiempo, en la desaparición e incluso en la muerte.

-Zoótropo, el prólogo, es muy visual.

-Es un libro muy visual, sí. Yo soy bastante cinéfilo y creo que el referente del cine está bastante presente.

-El prólogo está escrito con frases cortas, como fogonazos.

-No ha habido premeditación. El prólogo me pedía trabajar de esa manera, muy con flashes, con pinceladas, saltando de la peripecia biográfica al contexto social.

-Llama la atención que lo haya escrito en primera persona.

-Por pudor. El prólogo es bastante personal, íntimo y necesitaba una mínima distancia. Me da pudor decir Yo... me parece que ese tú que es como una voz de la conciencia hablándome a mi mismo me permitía esa distancia para verlo con objetividad y no caer en narcisismos y egolatrías que hubieran molestado

-Para una crónica de lo que fue pero también cuenta cómo era su forma de escribir. ¿Sigue con el corta-pega?

-Este libro está escrito justo antes a que los ordenadores lo invadieran todo. Es pretecnológico, de corta y pega porque es artesanal, no interviene el ordenador en su creación, si no que hay manuscritos del texto. La primera versión del texto se escribió a mano, se pasó a máquina, y esa versión se volvía a revisar y retrabajar. Era una forma muy artesanal de trabajar que yo ya no sigo, escribo a ordenador. Y como tiene ese aspecto romántico y desuso me pareció curioso contarlo.

-¿Por qué dice que escribir es una forma de traición?

-Lo digo en un contexto en que a veces, cuando tú naces y creces en un medio que no es particulamente proclive a la cultura ni a la literatura, y luego tomas ese camino en cierto modo tienes que dar la espalda a determinadas cosas que tú eras de niño. En ese sentido, escribir significa traicionar algunas cosas para encontrar otras. Encontrar tu propio camino implica romper con algunos aspectos de tus propias raíces.

-Dice también es este libro es también una despedida. ¿Cómo puede ser tomado ahora por los nuevos lectores?

-Las primeras impresiones que estoy recibiendo de los lectores son buenas. Sígue llegando a lectores de generaciones más jóvenes, porque yo quiero pensar que hay algo universal en esa despedida... hay momentos en los que hay que decir adiós y eso está en el libro y también está en nuestra biografía.

-Existe una reedición para coleccionistas, una exposición...

-Es un pequeño capricho (risas) del editor y mío. Ya que se cumplían 25 años, y dado que es un libro que ha generado bastantes comentarios, pues por qué no, como homenaje a los primeros lectores, que fueron muy pocos pero muy fieles, permitirles echar un ojo a la cocina del libro, que son esas páginas manuscritas y mecanografíadas.

-Participa en la Escuela Hotel Kafka. ¿Qué consejos da a los futuros escritores?

-No hay ninguna fórmula. De hecho yo como profesor soy bastante alérgico a las recetas, intento no ser dogmático pero sí trato de contagiar la pasión por la escritura, porque yo creo que la literatura es una cuestión de entrega, como casi todo en la vida, que cuanto más entregas, más te arriesgas pero si te sale bien, más recoges. Cuando la apuesta es tibia no vas a perder mucho pero tampoco a perder demasiado. Yo creo que hay que saber que la literatura requiere un compromiso de trabajo, y que es una tarea para toda la vida.