No fueron los 10 anunciados sino 8 los músicos que acompañaron a Little Richard en su primer concierto en España en más de medio siglo de carrera, el sábado por la noche en el festival Crossroad de Gijón. Mas no hay nada que objetar a la banda, con dos baterías y uniformada de luto riguroso, que empezó el pase con un instrumental que hacía presagiar una gran velada.

La estrella, el rocker original más exuberante y chiflado de su quinta, salió al escenario como mandan los cánones de Hollywood, exhibiendo su sonrisa y atuendo de lentejuelas. Se encaramó al piano con ayuda, y saludó a la concurrencia con entusiasmo. Una presentación acorde con su leyenda, que desentonó con lo que vendría a continuación.

Ya en la primera canción, Good golly miss Molly , se puso de manifiesto que Little Richard no tiene ni la voz ni la energía suficientes para afrontar su electrizante cancionero de la década de 1950, cimentado en el grito histérico y la intensidad ígnea. Va a cumplir 73 años, y no es un prodigio de la naturaleza. Poco queda del que fue la pesadilla de los conservadores estadounidenses. Sus aullidos y amaneramientos se transformaron en Gijón en inofensivos chillidos y poses para la galería.

Sus intentos de predicar mediante libros entregados al público no suscitaron gran interés, y tampoco los de hacer subir a dos chicas a bailar ante la mirada furibunda de su guardaespaldas.

En cualquier caso, en el concierto no faltaron clásicos como Tutti frutti o Lucille , versiones como It´s only rock and roll , y el remate del gospel y Long tall Sally .