Hay piezas que el público acoge con entusiasmo y no se cansa de celebrarlas asistiendo a su representación sin desfallecimiento visible. Carmina Burana es una de ellas. Mas de diez años en el repertorio de La Fura y sigue concitando el interés de un gran número de espectadores que ocuparon casi por completo el aforo del Palacio de congresos y aplaudieron con entusiasmo la representación.

Es cierto que el ímpetu de la pieza se avisa ya desde el principio, donde proclama y anuncia su voluntad de banda sonora de la vida celebrada en sus dones más terrenales: el amor carnal y todos los demás placeres añadidos, en esta especie de celebración pagana, dionisiaca y desenfrenada, sin más atadura que la realización de los deseos intemporales inscritos en la naturaleza humana. La estructura musical no parece demasiado compleja ni sofisticada, parece que no pretende más que acompañar a las dos docenas de canciones de expresión popular, apelando sobre todo a una melodía impetuosa y a la acumulación de percusiones y coros igualmente poderosos sobre todo en los momentos más climáticos y celebrados de la pieza. Algunos paladares más refinados ven en la pieza poco más que una charanga, abundante sobre todo en aparato y pomposidad; pero ya se sabe que de todo tenemos que haber en este valle de lágrimas, si me permiten esta especie de anacoluto.

Unos textos de los siglos XII y XIII sirven el entramado mínimo de la dramaturgia, supeditados de manera clara a las dos docenas de cantos elegidos por Carl Off para su composición, que como se ha dicho, sigue disfrutando del interés popular.

La Fura dels Baus, por otra parte, es una compañía bien conocida en su estilo personalísimo, desarrollado durante largos años con gran éxito por todo el mundo. Su Carmina lleva en repertorio más de diez años, y se adapta a casi cualquier contenedor gracias a una puesta en escena flexible donde, una vez, más, destaca el cuidado en el aspecto musical del espectáculo,

La potencia de la pieza, reforzada por una amplificación adecuada, conseguía una presencia abrumadora en todo el recinto de un espacio complicado por la distancia entre la escena y el patio de butacas. Y la dramaturgia, con elementos reconocibles marca de la casa, salta con frecuencia la frontera del escenario para producirse en todo el patio mediante varios artilugios, voladores, acuáticos y hasta gaseosos en cierto modo.

A veces, la ordenación de estos sorprendentes artilugios producen cierta inevitable demora entre algunos números, y de todas formas la parte dramática se antoja la menos conseguida de la producción; pero como la mayor parte de la propuesta se juega en los elementos más espectaculares, (artefactos, varios, proyecciones sobre el gigantesco cilindro, contenedor y pantalla a la vez, y partitura musical) y sobre todo el coro (bien afinado) y las voces solistas, solventes todas ellas; en su conjunto se consigue un resultado que la numerosa parroquia aplaude con entusiasmo al final del espectáculo, y aún más con el bis de regalo que la compañía ofrece como coda final.