María Enfedaque (Zaragoza, 1975) pintó en 2006 el cuadro La dama de Shalott, la dama que tejió con alegres colores las visiones del espejo mágico, reflejos de las tinieblas del mundo. «Cansada estoy de sombras» dijo la dama de Shalott y decidió mirar al lugar prohibido. María Enfedaque resumió en una sola imagen el poema de Alfred Tennyson: sobre la superficie de tela sin imprimar pintó tallos y hojas verdes en un espacio vacío y sin horizonte que, una vez liberada del bastidor, se derramó hiriente y a la deriva. Las plantas se transformaron en raíces oscuras y, conforme avanzaban por el lienzo, en gestos y manchas que, como las sombras del espejo, anunciaban nuevos presagios. En las estéticas prerrafaelitas y simbolistas encontró María Enfedaque un posible origen para continuar la búsqueda de la verdadera realidad de las cosas, que siempre se halla detrás de las apariencias.

Años antes, en 2004, tituló La flor de Huysmans su exposición individual en la galería Pepe Rebollo. Junto a sus obras figuraban un ejemplar del libro A contrapelo de Joris-Karl Huysmans y varios volúmenes dedicados al arte floral oriental. El decadentismo de Huysmans era acorde con la elección de la flor como único motivo de la secuencia de pinturas, cuya formalización insistía en el artificio como elemento que invitaba a reflexionar sobre la idea de belleza, mientras que el camino de las flores, o ikebana, inspiraba los ritmos gestuales que enlazaban, en un inmenso tejido hecho de lienzo y telas cosidas, el fluir orgánico del perpetuo fluir de la naturaleza.

Espacio cambiante

Todo puede transformarse en nuevas formas. Lo supo Ovidio y así lo cantó en su Metamorfosis, donde leemos cómo una mujer advierte que se está transformando en azufaifo: los pies se le clavan en la tierra, una corteza tierna asciende poco a poco y le ciñe las ingles; y cuando trata de soltar sus cabellos, descubre su mano llena de hojas. Hojas que son ramajes gráciles en los árboles que Enfedaque pintó para la exposición itinerante Tiempo orgánico, de vacío y gris (2005). El poder expresivo del dibujo y la fuerza impetuosa y hasta intempestiva del color, seguían siendo los valores que singularizaban su pintura, aun cuando el interés por el vacío y el repertorio de imágenes anunciaban cambios. Aquellos árboles provistos de ramajes de finas y envolventes hebras hundían sus raíces en las profundidades del subsuelo elevándose hacia el cielo. Entre el mundo ciego y allí donde todo es claridad, la línea del horizonte precisa un territorio que limite la mirada; en las pinturas de María Enfedaque, por el contrario, la línea indecisa del horizonte, de existir, apenas descubría la tierras donde los árboles hundían sus raíces ni las luces que acariciarían o morderían sus ramas. Inusitadamente, raíces y ramas se teñían de colores disonantes en mitad de un paisaje gris; e inusitadamente también, raíces y ramas tomaban la forma de cabelleras largas y ondulantes que se desplomaban en un paisaje amenazado.

El conocimiento del mundo, nos enseñó Lucrecio, se convierte en disolución de la compacidad del mundo, en percepción de lo infinitamente minúsculo; el vacío, por tanto, es tan concreto como los cuerpos sólidos. Y María Enfedaque pintó La dama de Shalott que presentaría en el ciclo de intervenciones del espacio Corner de Caja Madrid (2006) y en la exposición Mudanzas, celebrada en el Torreón Fortea (2007). En el espacio cambiante, en permanente estado de transformación y mutabilidad de su pintura, anidaba el esquema ondulante de la piel de serpiente que dibuja desiertos, traza caminos, penetra en el abismo y se enreda en el agua con largos cabellos, raíces y plantas, en un sofocante desorden.

En 2014 María Enfedaque se presentó en la galería A del Arte. Nodus tituló su exposición. La extensa secuencia de pinturas, dibujos, collages y escultura configuraron una topología de morfología dinámica, en permanente proceso de deconstrucción y reconstrucción. El tiempo atemporal propio del espacio de los flujos de naturaleza anatómica y vegetal que Enfedaque pintó en sus cuadros, colisionó con el tiempo temporal que conformaba el espacio de aquellas obras ocupadas por el desplegamiento geométrico de una estructura. Dice Manuel Castells en su libro La sociedad red que la tendencia dominante en nuestra sociedad muestra la venganza histórica del espacio, al organizar la temporalidad en lógicas diferentes, e incluso contradictorias, según la dinámica espacial. El espacio en la obra de María Enfedaque es siempre múltiple, diseminado, fragmentado y desconectado, en continuo proceso. Cada una de sus obras descubría las relaciones morfológicas que la red determina, y el conjunto era la expresión de los enlaces que se establecen entre los nodos de esa misma red. La cadencia, casi fugitiva, del ritmo natural de los gestos dibujados potenciaba la profundidad cromática-espacial, enlazaba los fragmentos adheridos en los collages y colaboraba en el vaciamiento material de los soportes.

Renacido paisaje

En el proyecto colectivo Círculo de tiza. Imágenes y voces que interrogan (Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, 2017) María Enfedaque presentó La dama de Shalott que, junto a la pintura Mudanzas, convocó un renacido paisaje, intervenido con alfileres por Louisa Holecz. Y Astral, una instalación que incluía la imagen dibujada en carboncillo de un enorme saco sujeto con un astral sobre papel que desde lo alto se extendía por el suelo, para servir de soporte a un montón de sal equivalente en peso al de la artista. El saco evocaba al que porta Dulle Griet, conocida como la loca Meg o Margot la furiosa, que Pieter Brueghel el Viejo pintó en 1562, modelo inspirador del personaje de Grusche en la obra El círculo de tiza caucasiano de Bertolt Brecht, quien lejos de ver una conducta avariciosa en la mujer campesina, que en el cuadro se dirige armada con su botín hacia la puerta del infierno, seguida de otras mujeres, prefiere entenderla voluntariosa, terca e insobornable. Rasgos propios de la bisabuela de María Enfedaque, que acostumbraba a dormir con un astral bajo el colchón. Por si acaso. «¿Por qué las mujeres se convierten en mujeres cuchillo? No nacieron como tales. Se les hizo así a través del miedo». Palabra de Louise Bourgeois.

A lo largo de su trayectoria, María Enfedaque ha intentado agarrar el hilo que enlaza el resto. El dibujo y el color han sido sus más firmes aliados. Y la naturaleza orgánica de un espacio fluido, en continua transformación, le permite imaginar reflejos y pintar las sombras.