-Le confieso que me han preguntado antes y no he sabido decir qué tipo de música hacía...

-¿Sabe? Yo nunca sé qué decir. Yo te puedo hablar de la voluntad con la que compongo la música, lo que intento es armónicamente buscar melodías que no sean demasiado obvias para aquel que las escucha, moverme entre lo obvio y lo marciano. Algo que quizá te tengas que escuchar dos veces para entrar porque mi recorrido como oyente ha consistido en que algo un poco complejo genera más atracción que lo demasiado sencillo. Mi música es ir basculando entre estas dos paredes.

-Lo que sí tengo claro es que su música evoca sensaciones, ¿es algo consciente?

-Creo que no me muevo tanto en el plano emocional. Uno inconscientemente sí que acude a aquello que le despierta una sensación pero yo no trato de que sea una sensación a la que me pueda referir como la pena o la alegría. Busco algo que estéticamente sea atractivo y que tenga una relación o un sentido teniendo en cuenta de dónde venimos y hacia dónde vamos en la pieza musical.

-¿Cada pieza es una obra?

-Es como un pequeño universo en el que no puedes dar un giro de volante demasiado brusco, tienes que ceñirte a la tonalidad de cada canción, al flow. Buscas maneras de ser original dentro de ese universo que se va creando, en un primer momento compositivamente tienes mucha libertad pero conforme la pieza va avanzado hay que seguir más directrices. Para mí no es un ejercicio ligado a las emociones o a lo extramusical. También te digo que este proceso es cambiante y este planteamiento lo estoy revisando continuamente y poniéndolo en duda pero, de entrada, es un ejercicio estilístico.

-No parece el piano el instrumento más sencillo para ejecutar esta idea.

-No, no… es que hay pocos instrumentos que puedan hacer armonías, está la guitarra, el piano, el arpa, el órgano… Pero si uno quiere componer, es muy difícil hacerlo solo con la voz o con un violín, necesitas distintas líneas melódicas para crear armonía. Es que yo, de entrada, cuando tenía 9 años no sabía nada de esto, mi hermano tocaba el piano y yo también lo quise tocar y fin.

-Sus composiciones tienen voz, sí, pero son palabras inventadas por usted...

-Todo surge de cuando teníamos que grabar el primer disco y yo no había puesto letras aún. Yo tenía sonidos y todo era un poco provisional pero está claro que si era provisional mucho no me importaba la letra si para un acorde yo estaba rompiéndome los sesos. Me parece incluso una proeza hacer coincidir las melodías que has encontrado con unas palabras que te parezcan bonitas, que digan algo que interese y que, además, vaya bien de cantar. Lo veo imposible de momento y eso que ahora tengo ganas de hacer letras para romper con todo esto.

-¿Tan perfeccionista es?

-Sí, sí, a mi pesar… Para mí no es una virtud pero tampoco un defecto. Hay momentos en que pienso esta obsesión te ha echado una mano pero a veces es un poco tortura, porque este perfeccionismo va en contra de fluir con la situación y con la creatividad pero está conectado con lo que está pasando porque el perfeccionismo no deja de ser un juicio en el momento presente de lo que está ocurriendo y, a veces, el juicio tiene que ser posterior. A veces, en el momento en que estás tocando o componiendo, tienes que ser como un niño que está jugando sin saber que está jugando. También me voy soltando y cada vez soy más tolerante con mis errores y mis asperezas.

-¿Cómo va a ser el concierto?

-Normalmente en los conciertos no hago pausas pero mañana igual sí. Estoy empezando a pensar en el público, hasta ahora no había pensado en el hecho de que había gente allí escuchando. Para mí la música es algo muy sagrado y es todo muy ritualístico. En el fondo soy bastante prosaica y me da miedo inmiscuir mi persona en la ceremonia musical pero a lo mejor lo hago un poco.