La Galería Miguel Marcos abrió ayer una muestra con seis obras de grandes dimensiones del pintor Alan Charlton (Sheffield, Inglaterra, 1948), una de las grandes figuras del minimalismo internacional, pero aún bastante desconocido en España, que se presenta bajo este epígrafe: "Quiero que mis pinturas sean abstractas, directas, urbanas, básicas, modestas, puras, simples, silenciosas, honestas y absolutas". Y nos coloca delante unas emulsiones acrílicas sobre tela con títulos que parecen elegidos para ciegos: Pintura en 5 partes (dos grises), Pintura en 5 partes verticales, Pintura en 4 partes .

Vistas las obras, hay que rebobinar la cinta entera de lo que cada uno tenga registrado en la mente como espacio pictórico y empezar a grabar desde cero. Las líneas rectas y el gris son una primera invitación a dejar en la puerta cualquier esperanza de perseguir a las formas o los colores por el cuadro abstracto como si fueran mariposas sueltas. No hay puntos ni líneas sobre el plano. Cada superficie desarrolla un solo gris.

Pero esa fragmentación de los cuadros en parcelas mata cualquier ilusión de plantarse delante y esperar a que el monocromo vibre, como sucede con los cuadros de Rotko. Sólo queda aquí atenerse al título de cada cuadro (Pintura en 7 partes verticales , por ejemplo) y esperar que la mirada propia esté a la altura de la obra y sea abstracta, directa, urbana, básica, modesta, pura, simple, silenciosa, honesta y absoluta . Y quizá se logre atrapar sin esfuerzo el efecto de silencio y de calma que deja en el cerebro la pintura de Vermeer, por ejemplo.

El cuadro mismo, tal como lo plantea Charlton, con sus intersticios y ranuras, queda agarrado a la pared y al ámbito, como le ocurre a la luz y a las figuras en los interiores del holandés. Transforma el espacio y luego éste deviene parte de la obra. Alguien ha observado que esta nada que se ofrece en estos cuadros de la Galería Miguel Marcos no es la nada filosófica desquiciante, sino una nada pura y enriquecedora.