-Le suelen preguntar por el cliché de la escritora/presentadora. ¿Le molesta? ¿No cree que es un tanto machista?

-Yo no lo orientaría por ahí, sino hacia el debate del intrusismo. Mira, justo el otro día entrevisté a Carmen Posadas. Ella escribía literatura infantil y un día decidió salir de ese género. Siendo la esposa de quien era (Mariano Rubio) casi nadie se la tomó en serio, hasta que ganó el Planeta. El problema es que nos gusta prejuzgar. El mercado literario es lo suficientemente duro como para que si no tienes nada interesante que contar no vuelvan a contar contigo. Además, no somos una amenaza real para las ventas.

-El viento no espera

-Muchísimo. Con este libro entro en una fase literaria mucho más compleja y ambiciosa, y también más personal. Este es mi primer libro que realmente es un ejercicio libre total. No se encaja en ninguna moda. Es el más puro, y creo que por ahí debo seguir.

-Parte de esa ambición se refleja en la gran cantidad de personajes que ha incluido en el libro. ¿Por qué tantos?

-Las vidas de los personajes de mi novela han sufrido mucho, sus vidas están rotas. Todos han llegado hasta el precipicio, pero hay muchas maneras de llegar hasta ese punto. He necesitado muchos personajes para explicarlas.

-En contraposición con el dolor de esos personajes, hay personas que pretenden aprovecharse de ese pesar. Toda una metáfora sobre nuestros días, ¿no?

-No sé qué decirte. Estamos ahora dándole demasiada importancia a lo que vemos en las redes y eso tiene que quedarse ahí. Quiero pensar que la sociedad en su conjunto no es mala porque haya gente se insulte en las redes. El problema es que el efecto de las redes nos está contagiando. Yo, por ejemplo, el otro día vi una noticia relativa a mi trabajo que era rotundamente falsa. Y ni la retiraron ni la van a retirar, porque al día siguiente ponen otra y ya está. Ahí está el cambio de los tiempos. Para mí, los lugares creíbles y los no creíbles tienen que estar delimitados. Pues bien, las redes no son creíbles. ¿Dónde está ahora la credibilidad?

-Se supone que en el periodismo, ¿no?

-El periodismo está en un momento súper difícil y los medios están pasando momentos económicos delicados. El periodista es una persona muy honesta en general, pero hoy lo que manda es el titular: el éxito o el fracaso, el todo o la nada, el final o el principio… Al final el público tendrá que darle la espalda a eso. Y lo que tiene que hacer el periodismo, del que yo soy parte, es decidir por qué queremos que los lectores sigan con nosotros: si por el valor de la información o por alimentar otro tipo de necesidades que tienen más que ver con el impulso y con el morbo. Y ahí nos jugamos la credibilidad. El problema ya no es que te insulten en redes o que se publique una noticia falsa sobre mí, sino que Trump sea presidente de EEUU. Yo lo que quiero es que los ciudadanos puedan confiar en nosotros, los periodistas.

-¿Podría quedarse con alguno de sus personajes?

-Sí, con Pizco, el vagabundo. Hasta ahora siempre que había construido un personaje complejo había escrito sobre mujeres. Y esta es la primera vez que escribo sobre un hombre así. Y este hombre es maravilloso. A Pizco lo quiero yo para mí. Es un vagabundo que no puede hablar y que vive la historia de amor más maravillosa que yo he escrito nunca. A mí me gustaría una historia de amor así para mí.

-A pesar de que su favorito sea un hombre, también hay muchas mujeres en el libro. ¿Qué tienen en común todas ellas?

-Que saben acariciarse las heridas. A mí me gusta la gente que se equivoca y aprende, porque la gente que lo hace todo bien no me interesa. Todos mis personajes femeninos guardan en sí una historia que les ha hecho daño después de la cual siguen adelante sin alardes.

-Tarifa es otro de los protagonistas indiscutibles del libro. ¿Por qué ha situado allí su historia?

-Mi pareja hace kitesurf y por eso empecé a ir a Tarifa. Mientras él salía a navegar, yo paseaba por la costa y en uno de esos momentos pensé que era un lugar increíble. He conocido a mucha gente en Tarifa que no sé de dónde viene ni sé a dónde va. La gente allí viene y va como el viento, y por eso situé allí la historia.

-Y usted, ¿hacia dónde va?

-No tengo ni idea. Y cada día menos. Me reconozco perdida y sobre todo en el mundo profesional. No me gusta esa agresividad, esa crispación latente que se respira todo el rato. Yo presento un programa de entrevistas y la gente ya no quiere venir a hablar por miedo a lo que digan de ellos después.

-¿Qué le aporta la escritura?

-Tiempo conmigo, tiempo sola, tiempo para pensar. Tiempo para apuntar, para darme cuenta en qué me he equivocado, para reflexionar, para hacer homenajes a personas que quiero, para intentar confortar a personas que lo están pasando mal. Cuando escribo siempre quiero pensar que ayudo.