VIVO-PAISAJE

AUTOR Eduardo Lozano

LUGAR Galería A del Arte

FECHA Hasta el 26 de junio

En su ensayo El detalle. Para una historia cercana de la pintura, Daniel Arasse establece la distinción entre la mirada que ante un cuadro se echa de lejos, con aquella otra que se posa cerca, la que, según escribió Paul Klee, pace en la superficie, hace aflorar un sentimiento cercano a una intimidad, ya sea la del cuadro, la del pintor o la del acto mismo de pintar.

La mirada más acorde con la pintura de Eduardo Lozano (Zaragoza, 1975) es la que se echa de lejos, por ser la que permite abordar la imagen que emerge de los gruesos impastos o espesas pinceladas cargadas de pintura. Ocurre, sin embargo, que, atraído por el amasijo de materia, el espectador posará su mirada muy cerca del cuadro, de tal modo que la percepción visual se transforma en una percepción táctil (aunque en ese acercarse no aflore el sentimiento cercano a una intimidad al que se refirió Klee).

El siguiente paso natural, es alejarse un poco de lienzo, con el propósito de sostener a un tiempo el reconocimiento de la imagen y su corporeidad matérica. En este continuo ir y venir, se descubre que los impastos y la gestualidad, en ocasiones espasmódica y confusa, que parece sustentar la imagen, en realidad se organiza sobre contornos de líneas muy definidos, como si hubieran sido trazados valiéndose de proyecciones fotográficas.

No varían los temas de su pintura en esta segunda exposición de Eduardo Lozano en la Galería A del Arte que, con el título de Vivo-paisaje, agrupa una extensa secuencia de vistas rurales y urbanas de Aragón (Zaragoza, Albarracín o Sos del Rey Católico), y paisajes que enlazan con los últimos presentados en la muestra de la sala Luzán, en 2011 (Luz de amanecer), que anuncian otros más actuales en los que el gesto caligráfico hace su aparición con el propósito, quizá, de señalar o acentuar algo de lo que sucede en el cuadro, aunque no queda claro muy bien de qué se trata (Invernal). De los paisajes cabe mencionar aquellos de formato más reducido que semejan una paleta de pintor (Riachuelo, Árboles a contraluz, Valle de Estós, Torrente). Poco aportan las vistas rurales, tan estáticas y convencionales, más allá del aspecto comercial (Uncastillo). Más interesantes son las urbanas, precisamente por el dinámico fluir de lo que en ellas acontece (Ebro).

Apenas ha variado el modo de pintar, fundamentado en decididas pinceladas de materia y color. En esta alianza de materia y color se apoya la concienzuda tarea de rehabilitar la imagen y no sucumbir a lo informal de una pintura untada con gruesas capas de óleo, que Lozano aplica de modo tan agitado como organizado. Tiene claro que conviene no perderse, de ahí la elección de los motivos, siempre tan relacionados con el escenario de sus exposiciones; en la urgencia se descubre la fragilidad de su pintura.