Era el año 2011 y el objetivo era claro, «queríamos complementar la programación de la ciudad ya existente, en ningún caso chocar con ella. De ahí, que empezamos a programar los domingos con un tipo de perfiles de artistas que de otra manera es complicado que vengan a la ciudad», explica uno de sus creadores Eduardo Pérez. A priori parecía una propuesta arriesgada pero la realidad es que ocho años después, Bombo y platillo va a celebrar su vigésimo quinta edición en un entorno complicado pero en el que desde el Centro Cívico Delicias y de la mano de Born! Music se ha hecho un hueco desde una identidad marcada: «Creíamos que una manera de crear un público más fiel y habitual para ciertas propuestas, que en el fondo son minoritarias, era intentar fidelizar una marca y por eso surge englobarlo bajo Bombo y platillo», asegura Pérez.

Y para hablar de su consolidación, aunque en la cultura no lo son todo, basta con mirar las cifras. Bajo el paraguas del ciclo se han programado más de 200 conciertos de 172 artistas (solo 24 han repetido presencia) de 26 nacionalidades diferentes. «El ciclo tiene mucha diversidad y eso se ve en las propuestas que hemos ido trayendo. Sí que hay un nexo de unión en toda la programación desde el principio pero a su vez es variadísima por lo que creo que el nexo es el propio ciclo y lo que ha creado», reflexiona un Eduardo Pérez, que va más allá: «Programar desde fuera parece muy fácil pero es una tarea muy dura... La idea del ciclo era convertirlo en una marca, que en el fondo es la idea del prescriptor. Todo en un momento en el que en los últimos 15 años la idea de la prescripción ha cambiado mucho. Antes uno confiaba más en el círculo de promotores, en los bares donde se escuchaba música, en la radio… pero eso ha cambiado, ahora los prescriptores son inteligencias artificiales con unos intereses determinados, económicos sobre todo, y muy diferente a lo que era antes», afirma Eduardo Pérez, que sí cree que en cierta medida Bombo y platillo ha podido ocupar ese hueco: «Convertirnos en prescriptores es una idea que siempre hemos tenido ahí y creo que de algún modo lo hemos logrado. Para algunas personas en la ciudad sí que hemos conseguido que este ciclo sea ese espacio en el que te puedes permitir ir a un concierto un domingo sin preocuparte de investigar al artista antes. Es decir, puedes ir con los ojos cerrados y dejarte sorprender y eso era el objetivo final porque hablamos de un perfil de artistas que a veces son desconocidos y es nuestra apuesta. Puedes hacer mucha comunicación pero la única forma de conseguir que vaya el público es porque confían en una programación determinada».

El menú para este Bombo y platillo de invierno comenzará cel 26 de enero con el folk del estadounidense Sam Amidon para continuar con la poderosa fusión de música mediterránea y vanguardia del dúo australiano-griego Xylouris White el 9 de febrero, la música gnawa de las pioneras marroquíes Asmaa Hamzaoui & Bnat Timbouktou el 23 de febrero, el soul del estadounidense Kelly Finnigan al frente de sus The Atonements el 1 de marzo y con el vibrante pop electrónico de la islandesa Mr. Silla el 8 de marzo.

Y ahora la pregunta más complicada para Eduardo Pérez, ¿con qué concierto se queda de esta vigésimo quinta edición? «Me resulta difícil pero me quedo con el de Asmaa Hamzaui & Bnat Timbouktou por la música que hacen pero también por la significación que tiene que sean mujeres haciendo música qnawa que es una música vinculada a una espiritualidad y en la que las mujeres tienen un papel muy determinado», indica Pérez que concluye: «Además son los primeros artistas marroquís del ciclo. Algo bastante significativo de la desconexión que tenemos hacia los países de alrededor. Hay que trabajar esos lazos desde la cultura porque todos sabemos los problemas que hay en el Mediterráneo».