Cuando estrenó La vida de Adèle (2013), que acabó ganando aquí la Palma de Oro, a Abdellatif Kechiche le llovieron las críticas de quienes pensaban que las largas y explícitas escenas lésbicas del filme no eran sino una fantasía voyerística masculina. La ficción que el francotunecino dirigió después, Mektoub, My Love: Canto Uno (2017), fue entendida como un corte de manga contra esas quejas, por todas esas escenas en las que el director mostraba a sus jóvenes actrices chapoteando en el agua o haciendo twerking en la discoteca mientras la cámara corría de una a otra como un perro hambriento, olisqueando los escotes y las nalgas en movimiento. Con la película que ayer presentó a concurso en Cannes, Mektoub, My Love: Intermezzo -segunda entrega de lo que promete ser una trilogía-, Kechiche ha llevado su acto de provocación mucho más lejos.

Sus tres horas y media de metraje se componen de solo dos secuencias: la primera, de 30 minutos, transcurre en la misma playa de la última vez; la segunda, de 2 horas y 55 minutos, en la misma discoteca. La una contempla a un grupo de muchachas ponerse crema las unas a las otras o ajustarse la braguita del biquini, o se fija en cómo los pechos se les marcan en el sostén; la otra ofrece más nalgas zumbonas en primer plano, más perreo entre muchachas sudorosas y, como colofón, un cunnilingus sin trampa ni cartón de 13 minutos de duración. Es muy cuestionable que Cannes haya aceptado Mektoub, My Love: Intermezzo en su competición, pero no tanto por el aire pre-MeToo que la envuelve como porque parece evidente que no está acabada.

CONTRA LA MAFIA / En la otra película presentada ayer a concurso, El traidor, Marco Bellocchio recuerda el caso de Masino Buscetta, el gánster siciliano que a finales de los 80 contribuyó al encarcelamiento de cientos de miembros de la Mafia. Considerando que Bellocchio lleva desde los 70 usando sus películas para atacar a las instituciones de su país, es lógico que sienta simpatía por alguien que ayudó a destruir una tan dañina como la Cosa Nostra, pero eso no justifica el aura romántica que impregna al personaje.