En la biblioteca de la Hispanic Society of America, en Nueva York, se conserva el documento que contiene la composición titulada ¡Al sarao, que el Amor…!, perteneciente a una recopilación manuscrita de piezas poético-musicales de los siglos XVII y XVIII. Pues ese sarao tan celosamente guardado da título al concierto que la formación Angelicata Consort ofreció el sábado en la iglesia de Villanúa, dentro de la vigésimo novena edición del festival En el Camino de Santiago. Festejo de baile de cortesanos a comienzos del Siglo de Oro español, el sarao adquirió más tarde tonos menos rígidos, y no se olvide que la interacción entre lo culto y lo popular en el barroco español fue notable. El sarao, situado en alguna medida en los márgenes del teatro, alternó canto, danza y representación. Cantos y recitados, dicho sea de paso, que contaron con la pluma de Calderón de la Barca (uno de los autores que más recurrió a la música en sus obras), Lope de Vega y Juan Vélez de Guevara, entre otros.

Angelicata Consort (Rosa Miranda, soprano; María Alejandra Saturno, viola da gamba soprano; Beatriz Lumbrera, viola da gamba tenor; Óscar Gallego, viola da gamba bajo); Sofía Alegre, viola da gamba bajo, y Beatriz de la Banda, guitarra barroca, abordó el repertorio del concierto interpretando algunas obras tal cual fueron escritas, y otras, adaptadas para el conjunto de violas. Un programa que recogió composiciones vocales e instrumentales del Barroco español, francés, italiano e inglés. O sea, de Juan Hidalgo a Henry Butler (compositor en la Corte de Felipe IV) a Jean Baptiste Lully (creador de la tragedia lírica y capo musical en los dominios de Luis XIV), pasando por Pietro Lappi (ténganse en cuenta las similitudes entre el Barroco español y el primer Barroco italiano).

Brillante estuvo el conjunto de violas, creando una sonoridad envolvente, en sutil diálogo con la guitarra barroca. Y notable se mostró la soprano Rosa Miranda, de voz detallista y matizada, quien, tal vez siguiendo la costumbre de la época de las piezas que interpretó, renunció en general a los artificios armónicos para centrarse en lo que podríamos llamar la exposición directa del texto. Notable, digo, pero sobresaliente en Con las mozas de Vallecas, de Fray Manuel Correa, que cerró el concierto (luego, en el bis, bailamos con las mozas del lugar). En fin, vibrante música con y sin palabras para Sepan todos que muero, de José Marín; el anónimo Al son de los arroyuelos; el instrumental Sommes nous, de Jean Baptiste Lully, espléndidamente intercalado entre Ay, cómo gime, de Juan Hidalgo, con texto de Calderón, y el anónimo y mencionado Al sarao, que el amor…; La noche tenebrosa, también de Hidalgo, con letra de Juan Vélez de Guevara; el romance Vuelve, vuelve barquilla, de autoría anónima y palabras de Lope; la Xácara, del franciscano y organista Antonio Martín y Coll; Ay, que me río de amor, de nuevo de Juan Hidalgo, con texto de Juan Salazar y Torres; el anónimo Ay, ay, ay, tres veces ay… En fin, excelente sarao en toda regla, con la mitad de la Corte española paseando sus muletas por el mundo. ¡Viva el Barroco!