En 2018, 51 personas que habían intentado suicidarse fueron ingresadas en el hospital de MSF en el PoC de Malakal, un promedio de casi un paciente por semana. Los equipos de MSF llevaron a cabo más de 2.400 consultas de salud mental a desplazados con síntomas provocados por una combinación de niveles extremos de violencia sufridos durante el conflicto y sentimientos de desesperación que se ven agravados por el entorno.

«Gran parte de los desplazados llegan con una historia de violencia a cuestas. Muchos han sufrido eventos traumáticos durante la guerra, como la pérdida de familiares y de sus hogares. Esto, sumado a las precarias condiciones de vida en los PoC, puede desencadenar síndromes psicóticos. Así, hemos atendido a personas que han intentado suicidarse y muchos casos de psicosis y depresión. La mayoría de los intentos de suicidio están relacionados con el hacinamiento en el que han vivido durante años. La falta de alimentos y de empleo son factores detonantes que, tras muchos años de padecimiento, se convierten en problemas de salud mental graves y ante los que muchos no ven otra salida que el suicidio”, detalla Carlos Alberto Meza, responsable de salud mental de MSF en Malakal.

«Antes del conflicto solíamos ir a la granja y cultivar sorgo. La vida era mucho más fácil. He vivido en el PoC de Malakal los últimos cinco años. Este es el segundo bebé que he dado a luz aquí. La vida es muy difícil para todos, pero especialmente para las mujeres. Hay mucha infelicidad, todos han perdido muchas cosas tras huir de sus hogares. Y ha muerto mucha gente. Algunas personas sufren enfermedades mentales incluso piensan que sería mejor suicidarse», cuenta Achol, de 32 años, que en septiembre dio a luz a su séptimo hijo, Timothy.