El hambre vuelve a aumentar por tercer año consecutivo. Tras un periodo de retroceso de la malnutrición a escala global, el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) sobre El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el mundo revela que 821,6 millones de personas carecían de alimentos suficientes para comer en el 2018, frente a 811 millones el año anterior. Esta cifra no deja de crecer desde el año 2015.

Con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, vigentes entre los años 2000 y 2015, se estuvo a punto de lograr la meta de reducir a la mitad el porcentaje de personas que padecían hambre, tomando como punto de partida los niveles de 1990. El porcentaje de personas con nutrición insuficiente en las regiones en desarrollo cayó en ese periodo a casi la mitad, pasando del 23,3% al 12,9%, según datos de las Naciones Unidas.

Pero, desde que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) tomaron el relevo como guía en la lucha global contra la pobreza hasta el año 2030, esto es, desde el año 2015, el número de personas que pasan hambre en el mundo no deja de crecer lenta pero inexorablemente.

Este panorama pone de relieve el inmenso desafío que supondrá alcanzar el segundo ODS, que propugna hambre cero para el 2030, según advirtió la FAO a mediados de este mes en Nueva York, con motivo de la presentación del citado informe sobre el estado mundial de la seguridad alimentaria.

El documento ha provocado la reacción del personal de las oenegés que trabajan en la lucha contra la malnutrición. Es el caso de Olivier Longué, director general de Acción contra el Hambre, que opina que «el hecho de que la inseguridad alimentaria haya aumentado por tercer año consecutivo debe hacer sonar las alarmas. Es una clara señal de que es necesaria más inversión y de que el hambre debe ser una prioridad».

Y es que el estudio de la FAO arroja conclusiones preocupantes, como que el ritmo del progreso para reducir a la mitad el número de niños con retraso en el crecimiento y el de bebés nacidos con bajo peso al nacer es demasiado lento, lo que también hace que los objetivos de nutrición del ODS 2 estén más lejos de alcanzarse.

Otro de los escenarios que dibuja la FAO tiene un claro sesgo de género. Las probabilidades de padecer inseguridad alimentaria son mayores para las mujeres que para los hombres en todos los continentes, con la mayor diferencia en América Latina.

«Nuestras medidas para abordar estas tendencias preocupantes tendrán que ser más enérgicas, no solo en su escala, sino también en términos de colaboración multisectorial», piden en el prólogo del informe los responsables de los organismos de las Naciones Unidas que han participado en su elaboración: el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la propia FAO.

El hambre está aumentando en muchos países en los que el crecimiento económico está estancado, en particular en los países de ingresos medianos y en los que dependen en gran medida del comercio internacional de productos básicos. El informe anual de las Naciones Unidas denuncia igualmente que la desigualdad de ingresos está creciendo en muchos de los países donde aumenta el hambre, lo que hace aún más difícil para las personas pobres, vulnerables o marginadas hacer frente a la desaceleración y la recesión económica.

«Debemos fomentar una transformación estructural inclusiva y favorable a los pobres, centrada en las personas y en las comunidades, para reducir la vulnerabilidad económica y encaminarnos hacia la erradicación del hambre, la inseguridad alimentaria y todas las formas de malnutrición», aseguran los dirigentes de las Naciones Unidas.

Esta meta es ineludible si se quieren cumplir el resto de los ODS, tal y como recordó en la presentación del informe el director general de la FAO, José Graziano da Silva. «Creemos que la erradicación de la pobreza y el hambre son la base de los otros. Si no logramos alcanzar los dos primeros objetivos no vamos a ser capaces de avanzar en ningún otro de los diecisiete ODS», aseguró.

Según Marco Sánchez Cantillo, experto de la FAO y coordinador del informe, «en el cambio de tendencia en los números del hambre, el factor económico ha pesado de manera muy importante» en los últimos tres años. La tímida recuperación económica en muchos países tras la recesión mundial del 2008 y el 2009 está socavando los esfuerzos para acabar con esta lacra.

De los 77 países que experimentaron un aumento de la desnutrición entre el 2011 y el 2017, 65 sufrieron una desaceleración o una contracción de sus economías de manera simultánea. Y, entre estos, 52 dependían altamente del comercio de productos básicos y el vaivén de sus precios.

Además, la FAO ha introducido este año un nuevo indicador en el informe para medir la inseguridad alimentaria en diferentes niveles de gravedad y supervisar los avances hacia el ODS 2: la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave. Más de 2.000 millones de personas, la mayoría en países de ingresos bajos y medianos, no tienen acceso regular a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes. Pero el acceso irregular es también un desafío para los países de ingresos altos, incluyendo el 8% de la población de América del Norte y Europa.

Esto exige una profunda transformación de los sistemas alimentarios para proporcionar dietas saludables producidas de manera sostenible a una población mundial en crecimiento.