Instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconocen las desigualdades de género en el acceso a la salud, una situación que se agrava en los países de rentas medias y bajas. La feminización de la pobreza relega a las mujeres a un papel de subordinación y dependencia económica de los hombres. Esto afecta a todos los aspectos de sus vidas y de la sociedad. Ellas padecen más violencia física y psicológica, a la vez que ven limitado su acceso a los recursos de poder y la toma de decisiones. Todos ellos son aspectos esenciales para la gestión de la salud y suponen multitud de barreras para el acceso a la misma y los tratamientos para asegurarla.

Para las oenegés que trabajan en el ámbito sanitario, como Farmamundi, es imprescindible incluir el enfoque de género en todo su trabajo, ya sea en cooperación, acción humanitaria o educación para el desarrollo. Entender el papel que juega el condicionante de género, junto con otras formas de discriminación e inequidades, y diseñar estrategias que eliminen esas desigualdades, es la única vía para garantizar el acceso universal a la salud.