Las políticas de expolio de recursos de África occidental están abocando a muchas personas a emigrar. Las flotas pesqueras internacionales, incluida la española, arrasan, a diario las aguas de la zona, según denuncia Greenpeace. La organización ecologista urge al Gobierno de Pedro Sánchez a que colabore con países como Senegal o Mauritania en la sostenibilidad de sus sectores pesqueros locales

El aumento de la presión por parte de las flotas pesqueras internacionales en países de África occidental, como Senegal, está teniendo un grave impacto en el empleo, la economía y la seguridad alimentaria en toda la región, lo que está provocando que cada vez sean más las personas que se vean forzadas a emigrar, aun a riesgo de jugarse la vida durante la travesía.

La costa noroccidental africana es barrida a diario por barcos de bandera o capital extranjero o mixto, principalmente asiáticos y europeos, que prácticamente dejan sin recursos a las poblaciones locales. En Senegal, la pesca artesanal aporta aproximadamente las tres cuartas partes del consumo de proteínas de origen animal y emplea alrededor de 600.000 personas. Recientemente se ha renovado el acuerdo pesquero entre la Unión Europea y este país, que permite faenar en la zona a 45 barcos europeos, 29 de ellos españoles.

El problema de la sobrepesca es agravado por el de las fábricas de harina y aceite de pescado, que son utilizados por compañías internacionales para abastecer proyectos de ganadería industrial y acuicultura. Estas fábricas se nutren en su mayor parte de pequeñas especies pelágicas, como la alacha, que son precisamente el principal objetivo de las embarcaciones locales.

La empresa española Barna, perteneciente al fondo de inversión Corpfin Capital, está construyendo una de estas fábricas en la localidad de Cayar, al norte de Dakar. El proyecto se ha encontrado con una fuerte oposición local, que ve cómo sus empleos y su alimento corren peligro, especialmente el de las mujeres que procesan antes de su venta el pescado capturado por los pescadores. Esta factoría se sumaría al medio centenar que ya hay en Senegal, Gambia y Mauritania.