De mantenerse las tendencias actuales en materia de desarrollo y cooperación, haría falta un siglo para que un recién nacido en África tuviera las mismas probabilidades de sobrevivir que un niño venido al mundo en Europa. Los grandes avances que se registran en el campo de la medicina chocan de frente con el aumento de inequidad en el acceso a los servicios de salud. En ella reside la clave: las inequidades sanitarias, con un alto coste social y económico, son el principal problema al que se enfrenta la salud mundial.

Esta es la principal conclusión a la que llegan Médicos del Mundo y MedicusMundi en su informe La salud en la cooperación al desarrollo y la acción humanitaria 2018, presentado el pasado mes de diciembre. Se trata de un estudio anual en el que estas dos oenegés valoran cada aspecto de la cooperación internacional en materia de salud, sus avances y retrocesos.

Uno de los datos que refleja este documento es que la probabilidad de que los bebés nacidos en las familias más pobres mueran durante el período neonatal es un 40% mayor que la de aquellos bebés nacidos en las familias más ricas. Y la tasa de mortalidad materna en las regiones en desarrollo es 14 veces mayor que en las zonas más desarrolladas. ¿Cuál es la principal diferencia? La distinta capacidad de acceso a los servicios sanitarios.

«Si alguna certeza tenemos es que la atención primaria de salud es la mejor estrategia dentro de las políticas sanitarias si queremos que el derecho a la salud sea una realidad para todas las personas. Urge que redoblemos esfuerzos si queremos revertir esta situación y evitar que se perpetúe la privación de servicios de salud esenciales para casi la mitad de la población», asegura el presidente de MedicusMundi Internacional, el doctor aragonés Carlos Mediano.

En el 2018 se ha cumplido l tercer año de implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados por las Naciones Unidas para el año 2030. Y aunque todos los ellos están interconectados, el más relacionado con la salud es el número tres. Su meta más ambiciosa es lograr la cobertura sanitaria universal, aunque no se menciona explícitamente. Y es en ese punto donde se muestra la enorme falta de equidad que existe entre la salud de las personas y las regiones del planeta.

Se ve en la tasa de mortalidad materna en África subsahariana, que se eleva a 830 muertes al día, la mayoría evitables. En los países de altos ingresos es 136 veces menor. La aspiración en el 2030 es llegar a menos de 70, y esa cifra a día de hoy es inalcanzable.

La mortalidad infantil asciende a más de 15.300 muertes al día por causas evitables. Y aunque nunca antes en la historia de la humanidad las posibilidades de sobrevivir de un recién nacido han sido mayores que las que se observan hoy, con las tendencias actuales, serían necesarios cien años para que un bebé nacido en África tuviera las mismas probabilidades de sobrevivir que uno nacido en Europa.

Y la salud materno infantil es solo un ejemplo de lo dispar que resulta el ejercicio del derecho a la salud en este mundo desigual.

Por ello, urge que se redoblen esfuerzos en materia de cobertura sanitaria universal si se quiere revertir esta situación, y evitar que se perpetúe la privación de servicios de salud esenciales para casi la mitad de la población del planeta.