Poner a una persona de patitas en la calle es una expresión que no suele ser literal excepto en el caso de Marian Al Z., una secretaria española de la embajada en Bagdad que fue despedida el pasado 14 de enero, con el añadido de que sus jefes la obligaron a abandonar al día siguiente las dependencias y le negaron la habitual protección de los GEOS para llegar al aeropuerto.

La carta de despido, sin apercibimiento previo, está firmada por el primer secretario de la embajada, Pablo Rupérez, hermano del embajador de España en EEUU, Javier Rupérez. Las causas aducidas son el "incumplimiento reiterado de las normas de seguridad y de funcionamiento interno ... en especial en lo referido a la división de zonas de trabajo, desplazamientos y acceso de terceras personas a los inmuebles de la embajada", lo que, a juicio de miembros de Asuntos Exteriores, insinúa actividades de espionaje.

"Esto es lo que no voy a permitir. No quiero que estas acusaciones queden en mi expediente y por eso deseo que un juez obligue a la embajada a retirarlas", asegura Al Z.

Esta auxiliar administrativa, de padre iraquí y madre española, acudió al sindicato UGT para presentar una demanda de despido nulo. Pide una indemnización de 45 días por año trabajado y otra de 16.000 euros por vulneración de los derechos de integridad física.

Marian fue contratada en abril del 2001 por el exagregado de negocios en Bagdad, Fernando Valderrama, que dimitió por estar en contra de la guerra de Irak. Valderrama se extrañó de "que hayan dejado a una persona totalmente desprotegida" y de que hayan puesto "unos motivos tan graves" para echarla.

BUENA RELACION "No entiendo nada. Mi relación con Rupérez era estupenda hasta el día anterior al despido. Primero me dice que va a haber reducción de personal y luego me da la carta sin más explicación, con requerimiento de que abandone las dependencias a las 12 del día siguiente y negándome la escolta", cuenta Marian.

Camino de la agencia de viajes, estalló una bomba y Marian tuvo que refugiarse en casa de una amiga. Del día siguiente recuerda: "Atravesé Bagdad hasta el aeropuerto donde tuve que dar mil explicaciones en cada control. Mi padre murió de un infarto ocho días después, sin que pudiera despedirme del él".