Real Zaragoza

La condena de la salvación

El Real Zaragoza llega a la antepenúltima jornada sin haberse asegurado la permanencia por cuarta temporada consecutiva

La situación se ha repetido en más de la mitad de las campañas (seis de once) desde el último descenso

Un aficionado del Real Zaragoza protesta durante un partido de esta temporada en La Romareda.

Un aficionado del Real Zaragoza protesta durante un partido de esta temporada en La Romareda. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Jorge Oto

Jorge Oto

No es novedad que el Real Zaragoza se presente en la antepenúltima jornada del campeonato sin haber logrado, ni siquiera, el mínimo exigible. De hecho, es lo más habitual desde que el equipo aragonés dio con sus huesos en Segunda División por última vez tras la caída a los infiernos en la 2012-13. Desde entonces, ha afrontado las tres últimas fechas de cada ejercicio sin haberse asegurado la permanencia en la categoría de plata del fútbol español en seis de las once campañas, algo que, como el día de la marmota, se ha convertido en una rutinaria pesadilla.

Será la cuarta temporada consecutiva en la que el Zaragoza lo deja todo por hacer hasta el final. Como el peor estudiante del aula, el equipo aragonés ya ha suspendido el curso hasta el punto de que su principal aspiración ahora pasa por repetir y volver a intentarlo el próximo. No le da para más a una escuadra incapaz de sumar más allá de 46 puntos en las 39 jornadas disputadas hasta ahora a pesar de disponer del cuarto límite salarial más elevado de la categoría, lo que le ha servido para volver a sellar uno de los fracasos más imponentes de su historia moderna.

Y está por ver que, como en las tres campañas anteriores, el Zaragoza sea capaz de certificar matemáticamente su salvación en la jornada 40. Así sucedió en la 22-23, cuando la victoria en casa ante el Cartagena (2-0) finiquitaba el asunto y aparcaba la calculadora para un Zaragoza reviviido tras la llegada al banquillo de Fran Escribá, relevo de Carcedo, destituido tras la decimoquinta jornada.

Un año antes, las cosas no habían ido mejor. Juan Ignacio Martínez tampoco firmó la permanencia definitiva hasta la jornada 40, cuando un empate en Oviedo (3-3) concedió al Zaragoza el raquítico derecho de seguir compitiendo en Segunda. Posteriormente, las victorias ante Lugo y Real Sociedad B auparían a los aragoneses hasta la décima plaza de la tabla clasificatoria.

Aunque peor todavía había sido la campaña 20-21, marcada por la pandemia, que en la 19-20 se había cruzado en el camino de un conjunto blanquillo que parecía ir directo hacia Primera División también de la mano de Víctor Fernández. El técnico aragonés no siguió en el banquillo y el club entregó el equipo a Rubén Baraja, que apenas duró una decena de partidos en el cargo, dos más, en todo caso, que Iván Martínez, el elegido por Lalo Arantegui (que no acabaría la temporada en la dirección deportiva) para una reacción que no llegaría hasta el aterrizaje de JIM, el tercer entrenador del curso. La resurrección trajo consigo la salvación en la antepenúltima jornada, gracias a una solvente victoria en casa ante el Castellón (3-0).

Así que el Zaragoza se sitúa, a estas alturas, en el mismo escenario en el que viene actuando los últimos años. Aunque, anteriormente, también había estado otras tres campañas envuelto en sudores fríos a estas alturas. Así, en la 18-19 tampoco fue capaz de asegurar su permanencia en la categoría hasta la jornada 40, cuando, de nuevo con Víctor Fernández como artífice de la salvación, el empate entre el Córdoba y el Rayo Majadahonda le benefició tras haber perdido su partido en Málaga (3-1).

La más agónica

Aunque la agonía había alcanzado su punto más álgido en la 16-17, una temporada marcada por la convulsión que se llevó por delante a dos entrenadores (Luis Milla y Raúl Agné) antes de que César Láinez lanzase el salvavidas para rescatar al Zaragoza en la penúltima jornada gracias a un empate conveniente en Girona que permitía a los catalanes subir a Primera División y a los aragoneses respirar tras volvera a evitar un abismo al que ya se habían asomado en la 13-14. Entonces tampoco había sido capaz de sellar su permanencia en Segunda hasta la antepenúltima jornada merced a un empate en Murcia que salvaba al equipo entonces dirigido por Víctor Muñoz, relevo de Paco Herrera en la segunda parte del curso.

Solo en la 14-15 (sexto con 57 puntos), en la 15-16 (quinto con 60), en la 17-18 (quinto con 62) y en la 19-20 (tercero con 62), el Zaragoza no llegó a estas alturas con el agua al cuello. En todos esos casos, el conjunto aragonés acabó clasificado para el playoff de ascenso a Primera División o a punto (el desastre en Palamós ante el descendido Llagostera apartó al Zaragoza de la promoción en la 15-16), lo que advierte de la mediocridad en la que se ha instalado el equipo desde el último descenso a los infiernos.

Ahora, sus opciones de que las cuentas no se acaben convirtiendo en rosarios pasan por lograr la victoria el domingo ante el Racing de Ferrol, lo que, si los resultados de rivales directos favorecen, podría suponer, incluso, la salvación matemática de un Zaragoza que contaría con 49 puntos. De momento, los 46 que atesora aún no le dan para otra cosa que para dejar sin uñas a una afición de nuevo obligada a prolongar una agonía que parece no tener fin. Por cuarta campaña seguida y como en la mayoría de las ocasiones desde aquel maldito descenso

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