La celebración de la Fiesta Nacional en Madrid estuvo ayer marcada por las fricciones políticas. El homenaje a los caídos de un veterano de la fascista División Azul disgustó al presidente de la Generalitat de Cataluña, Pasqual Maragall, aunque el jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, quitó hierro al asunto. También el Rey expresó su malestar al ministro de Defensa, José Bono, por un fallo en el desfile militar. Además, el Día de la Hispanidad sirvió para escenificar en público la división existente en el PP madrileño, entre la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, y el alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón.

Al margen de las polémicas se situó Rodríguez Zapatero. En una conversación informal con los periodistas durante la recepción del Palacio Real, el presidente del Gobierno subrayó que "la verdadera novedad" del desfile había sido la presencia de veteranos del Ejército republicano en el homenaje a los caídos. De este modo, Zapatero restó importancia a las críticas de Maragall por la presencia de la División Azul y vino a sugerir que las tropas franquistas ya participaron en muchos desfiles durante la dictadura.

Sobre la presencia del veterano de la División Azul, el presidente de la Generalitat confesó: "Francamente no me ha entusiasmado".

ERROR MILITAR Los actos castrenses se realizaron según lo previsto y adolecieron de un fallo que disgustó al Rey: al terminar el desfile no sonó el himno nacional ni se retiró la bandera. Juan Carlos, visiblemente molesto, lo hizo notar al jefe del Estado Mayor de la Defensa, Félix Sanz Roldán y al ministro de Defensa, José Bono.

Los Reyes, los príncipes de Asturias y los duques de Lugo y de Palma llegaron a las 10.45 a la plaza de Colón. El Rey, en traje de capitán general del Ejército de Tierra, pasó revista a un batallón de honores de la Guardia Real y saludó a las autoridades, entre las que destacaba, por primera vez, el presidente de la Generalitat de Cataluña, al que le tocó sentarse junto a la madrileña Esperanza Aguirre. También se encontraba Marcelino Iglesias, presidente de Aragón. No asistió el lendakari, Juan José Ibarretxe, como viene siendo habitual, y tampoco lo hicieron por distintos motivos los presidentes de Andalucía, Castilla y León, Navarra, Asturias y La Rioja.

En el homenaje a los caídos, el rey Juan Carlos estuvo por primera vez acompañado por el jefe del Gobierno, los presidentes del Congreso, Manuel Marín, y del Senado, Javier Rojo, así como por cuatro excombatientes republicanos y dos franquistas (solamente uno de cada bando hizo la ofrenda) y familiares de las víctimas del terrorismo, la guerra de Irak y de Afganistán y el accidente del Yak-42.

Tras el desfile aéreo, en el que participaron 92 aeronaves --incluidos dos Eurofighter--, los carros de combate Leopard fabricados en España protagonizaron la marcha terrestre y dieron paso a las unidades de a pie. Llegó entonces otro momento esperado. Fue el desfile de una representación de la Segunda División Acorazada Francesa (División Leclerc) y heredera de la que hace 60 años, con republicanos españoles en sus filas, liberó París de los nazis. A continuación, lo hizo la Fuerza Anfibia hispano-italiana.

Su paso cogió por sorpresa a las autoridades autonómicas, que ocupaban la primera tribuna y no se pusieron de pie. Sí lo hicieron, en cambio, el líder del PP, Mariano Rajoy y su portavoz parlamentario, Eduardo Zaplana, alertados por el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba.