Ayer concluyó la feria taurina del Pilar con un sabor amargo y un balance general discreto. Si el planteamiento era abrumador con el doblete de cuatro de los nombres de toreros más reconocibles, el calendario (sin un puente que posibilitara más días festivos) era, de partida, desfavorbale.

El ciclo, partido en dos mitades, se dejó notar. La explosión de Diego Ventura a caballo, con una actuación arrolladora más el paso de un Morante que se alimenta de la controversia, anticiparon un interregno en el que tan solo asomó la revelación del novillero Tomás Rufo.

La decepción de la corrida de Adolfo Martín con el escándalo presidencial a cargo de Carolina Chaves torció aún más una semana que hubo de esperar la llegada de un Enrique Ponce sobreactuado en una tarde en la que Álvaro Lorenzo puntuó.

Diego Urdiales (por lo clásico pero sin rematar) y Paco Ureña, como siempre, a sangre y fuego, nos situó en el día de la alternativa del zaragozano Jorge Isiegas, que cumplió sobradamente.

La despedida de El Cid constituyó el cénit del ciclo y con ella, el recuento sucinto de toros destacados: Derribado y Vagabundo, de García Jiménez, Aviador, 73 de Adolfo Martín; Idealista de Domingo Hernández... Infumables los lotes de Domingo Hernández, Cuvillo y Montalvo.

El público sostuvo las entradas en días clave pero apoyándose sobre todo en los festejos populares, el verdadero pulmón de la feria.

Entre la gente de plata, una modélica brega de Antonio Chacón, buenos pares de Jesús Arruga y un admirable Sergio Aguilar. En el palco chico, un presidente modélico como José Antonio Ezquerra. En el de honor o en los tendidos, la adhesión sin complejos del presidente del Gobierno de Aragón, del de las Cortes y del alcalde de la ciudad.

Ahora, a esperar la sentencia del TSJA con referencia al proceso de contratación. Será pronto. ¿Habrá sorpresa?