Han pasado cien años desde que Jacinto y Rafaela encontraron un local en la plaza San Felipe de Zaragoza. Venían de Torremocha del Campo, un pueblo de Guadalajara, para abrir una tienda de ultramarinos. Sin saberlo, ahí nació un negocio histórico, que después heredarían sus hijos, Julián y Benigno, que sobrevivieron a las cartillas de racionamiento de la Guerra Civil. Y después a Rafael y Julián, que se ilusionaron por esa tienda cuando unos Reyes de 1943 recibieron como juguete una réplica del local en miniatura y empezaron a jugar. Ayer, la cuarta generación, María y Nacho Montal, encabezaba cien años de celebración de un proyecto familiar, en ese palacete renacentista que es un símbolo en la ciudad y que sus padres se empeñaron en rehabilitar. Rodeados de memoria, de un equipo al que quieren, presencias y de ausencias... Y de un recuerdo muy especial. El propio Julián Montal se refirió a lo mismo: «Hablo por mí y por mi hermano, porque siempre lo tengo a mi lado». Muchos se sumaron a la cita: el empresario de moda Gabriel Morales, María Gonzalez, de la CAI, Berta Lorente, de la Cámara, el diseñador Raúl Hernández, el popular Octavio López, el periodista Jesús Zamora... Más allá del etcétera de amigos, proveedores y clientes que llenaron estaban los Montal, luciendo como photocall ese libro tan especial que han hecho por su centenario (caracterizados como si hubieran viajado en el tiempo). Un aperitivo para lo que vendrá. Este año tienen una programación intensa. En la misma plaza que les vio nacer. Y que cumplan muchos más.