En una atmósfera de incertidumbre, tuvieron lugar ayer en Bagdad los funerales por el presidente rotatorio del Consejo de Gobierno Iraquí (CGI), Ezedin Salem, el político iraquí de mayor rango asesinado en Irak tras el final de la guerra, hace ya más de un año. El procónsul de EEUU en Irak, Paul Bremer, reiteró durante la ceremonia la voluntad de la coalición de "seguir adelante" con el proceso político iraquí.

Salem murió cuando esperaba entrar en la superprotegida Zona Verde, el perímetro de seguridad que rodea a la sede de la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) y del Consejo de Gobierno Iraquí, cuando un coche bomba saltó por los aires. Según la prensa norteamericana, el asesinato de Salim ha generado una atmósfera de inquietud en la coalición ocupante. Tras el funeral, en la sede del CGI, el cadáver de Salim fue trasladado a su ciudad natal, Basora.

POLEMICA SERVIDA El ministro de Interior iraquí, Samir Sumaydai, sirvió ayer la polémica al hacerse eco de una versión de los hechos "no confirmada", según la cual Salim fue retenido en un control militar estadounidense debido a que carecía de los documentos necesarios, un hecho que le habría hecho vulnerable. El portavoz militar norteamericano, Mark Kimmit, admitió que un miembro del Ejecutivo provisional "fue rechazado por falta de documentos", pero dijo que probablemente no era Salim.

Lo cierto es que los asfixiantes controles de seguridad de los militares norteamericanos ni siquiera se relajan ante los miembros del Consejo de Gobierno tutelado por EEUU. En otoño, varios invitados de la entonces ministra de Exteriores española, Ana Palacio, a un almuerzo en el superprotegido Hotel Rashid, miembros todos ellos del CGI, sufrieron los rigores de la seguridad estadounidense e incluso alguno estuvo a punto de no asistir por el "trato recibido", según admitieron entonces fuentes españolas.

Entretanto, los combates prosiguen en las dos ciudades santas de los shiís, Nayaf y Kerbala. El gran ayatolá Alí al Sistani pidió ayer a los ciudadanos, en una declaración, mostrar de forma pacífica su protesta por las recientes violaciones de los lugares santos shiís por las tropas norteamericanas: "La oficina del ayatolá Sistani pide a todos los ciudadanos de todas las provincias abstenerse de acudir a Nayaf debido a las peligrosas circunstancias". En su lugar, el dirigente religioso solicitó a los iraquís que organicen manifestaciones en las mezquitas. Sistani respondía así a un llamamiento del cabecilla radical, Moktada al Sadr, para que los shiís acudieran a Nayaf y Kerbala a defenderlas de EEUU.

SILENCIO DESDE LA REVUELTA Sistani se ha abstenido prácticamente de hacer declaraciones públicas desde el inicio de la revuelta shií, que se originó tras la detención de un ayudante de Sadr. La presencia de tanques norteamericanos en el cementerio de Nayaf y en Kerbala ha dado alas al radicalismo de Sadr y ha rememorado en la memoria de muchos iraquís las imágenes de los tanques de Sadam, cuando aplastaron la revuelta shií en 1991.