El deshielo en las relaciones entre Alemania y EEUU se materializó ayer con la visita del canciller alemán Gerhard Schröder a la Casa Blanca, tras una ausencia de dos años motivada por su oposición frontal a la guerra de Irak. "Hemos tenido diferencias en el pasado, pero eso no es nada malo entre amigos, y estamos decididos a dejarlas atrás y avanzar", dijo en tono conciliador el presidente de EEUU, George Bush.

"No hemos hablado del pasado", respondió Schröder. "Los dos estamos de acuerdo en que ahora tenemos que hablar del presente y del futuro", explicó durante la visita, que incluyó un almuerzo y cuya principal relevancia fue precisamente haberse celebrado para enterrar la tensión entre Washington y Berlín a raíz de la guerra de Irak. "El canciller tiene sentido del humor, me hace reír, y es fácil tener relaciones amistosas con alguien que me hace reír", explicó Bush.

El mandatario estadounidense ya se avino a reunirse con el líder alemán en septiembre, cuando Schröder participó en la sesión de apertura de la Asamblea General de la ONU. La entrevista tuvo lugar en territorio neutral --un hotel neoyorquino-- y atemperó el enfado de Bush por la oposición de Schröder a la guerra de Irak.

IRAK, EN LA AGENDA Ayer, el país árabe volvió a figurar en la agenda de las discusiones, pero esta vez por el veto que Washington ha impuesto en la reconstrucción de Irak a las empresas de países que se opusieron a la guerra. Alemania está incluida entre este grupo de naciones. No obstante, la Administración de Bush ha prometido que aquellos países que no participaron en la contienda podrán optar a los contratos.

Bush agradeció a Schröder su participación en Afganistán, donde Alemania ha enviado 2.000 soldados para colaborar en su estabilización política. Los dos líderes exploraron también las vías para hacer frente al contencioso del programa nuclear norcoreano y para colaborar en la pacificación de Oriente Próximo.

Para Schröder, la principal cuestión candente es la cotización del dólar, cuyo drástica depreciación en cuatro años --casi un 50%--, ha impulsado una paralela apreciación del euro, dificultando las exportaciones europeas y, en particular, las alemanas. "Le he explicado que estamos preocupados por el tipo de cambio entre el euro y el dólar", declaró. "El me ha dicho que políticamente le interesa un dólar fuerte, no uno débil, pero está claro que los gobiernos tienen posibilidades limitadas de acción", continuó.