Los equipos de rescate se afanaban ayer en recuperar los cadáveres de turistas, de lugareños y de pescadores en las orillas asiáticas del océano Indico devastadas por una ola gigante o tsunami de 10 metros de altura, originada el domingo tras registrarse cerca de Indonesia el terremoto de mayor intensidad desde 1964. Las autoridades de los países afectados habían contabilizado 23.200 muertos, aunque el elevado número de desaparecidos hacía ayer imposible de calcular el balance final de víctimas, que, a ciencia cierta, superará los 30.000. El Ministerio de Exteriores español dijo no tener constancia de muertos, y sólo 13 nacionales fueron hospitalizados en Tailandia.

La principal fuente de preocupación ahora es la propagación de epidemias debido a la putrefacción de los cadáveres. "Nos queda mucho por hacer para recuperar los cadáveres", exclamó el primer ministro de Tailandia, Thaksin Shinawatra. Las autoridades locales estimaron que, en ese país, al menos 866 personas habían muerto, aunque el balance final será mucho más elevado. "Huele muy mal; los cadáveres están mezclados con animales muertos como perros o gatos", declaró el coronel Buyung Lelana, jefe de un equipo de evacuación al norte de Indonesia.

MORIR EN BAÑADOR La ola gigante, que viajó a la velocidad de un avión a reacción, no hizo distinciones e incluso alcanzó las costas orientales de Africa, donde desaparecieron un centenar de pescadores somalís. Los turistas occidentales fueron sorprendidos mientras tomaban el sol en bañador, los lugareños murieron ahogados en sus propias casas y los pescadores naufragaron a bordo de sus frágiles embarcaciones. Incluso el nieto del rey de Tailandia, Bhumibol Aduladej, perdió la vida a bordo de su moto acuática.

El país más afectado fue Sri Lanka, en el que murieron más de 10.200 personas. La segunda área afectada por el tsunami fue la costa sur de la India, donde más de 7.100 personas aparecían en las listas de muertos. No obstante, según France Presse, este balance se podría incrementar sustancialmente ya que, según una fuente oficial, alrededor de 30.000 personas han sido dadas por desaparecidas en las islas de Andaman y Nicobar, al sureste.

SIN PRECEDENTES En Indonesia, cerca de 5.000 personas perecieron ahogadas aunque, según el vicepresidente, Yusuf Kalla, la cifra de muertos podría alcanzar los 10.000. "Espero tener suficientes ataúdes", se desesperó un dirigente local.

Las organizaciones humanitarias se preguntaban si podrán responder a la magnitud del desastre. "Estamos acostumbrados a afrontar desastres en un solo país; pero algo como esto no tiene precedentes", declaró desde Ginebra Yvette Stevens, funcionaria de la ONU.

En la costa sureste de la India, miles de lugareños lanzaron pétalos de flor al mar y rezaron por el pronto regreso de los habitantes que la ola gigante había engullido. Las esperanzas de muchos de hallar vivos a sus familiares desaparecidos se iba desvaneciendo, mientras que otros rompían a llorar cuando descubrían a sus próximos entre los montones de cadáveres pudriéndose bajo un abrasador sol tropical.

"Anasuya, Anasuya; háblame, háblame, soy tu madre", gemía una mujer, abrazándose a un cuerpo cubierto de arena y vegetación.

En Sri Lanka, habitantes cingaleses que se habían quedado sin hogar se refugiaron en colinas, templos y escuelas por temor a que viniera otro tsunami debido a las réplicas. "La amplitud de la tragedia es masiva; es una tragedia grave para la que no estábamos preparados", declaró a la emisora BBC el presidente del país, Chandrika Kumaratunga.

Familiares intentaban identificar a cientos de cuerpos amontonados en un hospital local de la ciudad de Karapitiya. El hedor era tan insoportable que los supervivientes debían taparse la nariz con pañuelos. "Estamos luchando por hacer frente al desastre; los cadáveres todavía están llegando", dijo el doctor Jayaratne.

PHUKET, ARRASADO Tailandia, más concretamente la localidad turística de Phuket, también resultó devastada por el tsunami. Las autoridades a duras penas podían evacuar a los supervivientes. Entre los muertos hay turistas daneses, suecos, suizos, australianos, italianos y al menos un neozelandés. Complejos turísticos enteros fueron destruidos por el muro de agua que se abatió sobre las playas. Muchos turistas tuvieron que ser evacuados en trajes de baño, sin poder llevar consigo ni sus pasaportes ni sus pertenencias.