Si no te gusta el caldo, dos tazas. O sea, la política exterior de EEUU tendrá un tono aún más agresivo. Así se resume la expectativa general de los politólogos sobre el segundo mandato del presidente George Bush. Con ello se ve lejano el deseable deshielo de las relaciones transatlánticas, precisamente cuando las principales crisis a que se enfrenta el mundo a comienzos del segundo cuatrienio de Bush son potencialmente catastróficas: desde las ambiciones nucleares de Irán y Corea del Norte hasta la palpitante sangría de Oriente Próximo, pasando por el caos iraquí.

Intenciones claras

Los propios protagonistas de la política exterior de EEUU han dejado bien claras sus intenciones. "Tenderé la mano a quienes compartan mis objetivos", advirtió el presidente Bush dos días después de su victoria del pasado 2 de noviembre, dando pocos indicios de flexibilidad. "Será una continuación de sus principios, sus políticas y sus creencias", declaró poco después al diario Financial Times el secretario de Estado, Colin Powell.

Bush, según dijo el jefe de la diplomacia estadounidense, ha practicado una política "agresiva" para salirse con la suya fuera de sus fronteras "y seguirá moviéndose en esa dirección".

El nombramiento de Condoleezza Rice para sustituir a Powell no sólo confirma sino que refuerza esta percepción. Por una parte, se elimina toda disensión en política internacional con la marcha de Powell; por otra, se coloca en el Departamento de Estado a una de las más leales colaboradoras del presidente, inspiradora de la política de guerra preventiva y firme partidaria de la guerra de Irak, cercana a los halcones del Gabinete de Bush.

El sentir de la ´vieja Europa´

"El presidente de EEUU dice que no cambiará, y yo lo entiendo. Pero Francia tiene su postura (en política exterior) y tampoco la cambiará", dijo fríamente el presidente francés, Jacques Chirac, 15 días después de la victoria electoral de Bush, resumiendo el sentir de la vieja Europa . La brecha que la guerra de Irak abrió entre los dos lados del Atlántico sigue, pues, abierta y sin visos de cerrarse. Rice no podrá contar con tropas europeas para intentar controlar el caos iraquí, y tendrá que concentrarse en evitar que se disgregue aún más la coalición que colaboró con Bush en Irak, mientras aguarda la difícil celebración de las elecciones generales, a finales de enero.

El conflicto palestino-israelí absorberá gran parte de las energías de la nueva secretaria de Estado en los próximos meses, una vez que se celebren las elecciones en enero para reemplazar a Yasir Arafat, cuyo fallecimiento "abrió nuevas oportunidades" para la paz, según Powell. Washington aguarda el resultado electoral, pero sabe que incluso un moderado como Abú Mazen exigirá la devolución de Jerusalén oriental, Gaza y más del 90% de Cisjordania, como punto de partida para resucitar el moribundo proceso de paz.

"Es importante que tengamos un Estado palestino tan pronto como sea posible, pero si eso se puede conseguir para finales del 2005 dependerá de lo que ocurra sobre el terreno", explicó Powell el pasado martes en Jericó.

Irán y Corea del Norte son los dos peligros nucleares más importantes para Bush en su segundo mandato. Si en el segundo prima la vía de la negociación diplomática para convencer a Pyongyang de que desmantele sus programas de armas nucleares, los halcones de la Administración estadounidense están dispuestos a acudir a la vía militar para acabar con las ambiciones nucleares de Teherán. El Pentágono ha comenzado a discutir posibles acciones militares contra Irán, aunque, de momento, la Casa Blanca favorece la aplicación de sanciones a través de la ONU, si Irán sigue produciendo material nuclear de posible uso militar.