Ni la detención de Sadam, en diciembre, ni la aparente transferencia del poder, un mes atrás, a un gobierno provisional han frenado la violencia en Irak. Uno está obligado a preguntarse cuál es el denominador común que ha permanecido inalterado en el país y que explica, tal vez, el hecho que ahora invocamos.La respuesta es sencilla: ese denominador no es otro que la presencia de un Ejército de ocupación con dos efectos palpables. Si el primero nos habla de un formidable estímulo para que segmentos muy dispares de la resistencia iraquí pacten, el segundo refiere la condición de una opinión pública, la local, cada vez menos convencida de la apuesta liberadora de los invasores. Acaso una de las razones de esto último estriba en que, sabiendo como sabemos cuántos muertos dejan los atentados de quienes disienten, nadie conoce a ciencia cierta cuántas vidas de civiles se han cobrado las acciones del benefactor Ejército de Estados Unidos y de sus amigos.*Profesor de Ciencia Política.