Cuanto más se prolongue la crisis ucraniana, más crece el peligro de que estalle una guerra civil entre las dos Ucranias, divididas por la lengua, la religión, la cultura y la ideología. Es, pues, imperioso convocar nuevas elecciones, aunque la fractura abierta por el descarnado fraude de los últimos comicios --en realidad, de todos los que han conocido los ucranianos-- puede estar ya demasiado abierta para poder repararla. El panorama recuerda demasiado al de los Balcanes. Pero esta vez la potencia implicada no es la Serbia de Milosevic, sino la Rusia de Putin.*Periodista.