La cumbre del G-20, el grupo de países que concentran el 85% del PIB mundial, inició sus reuniones en una Buenos Aires cuyo suelo sintió un seísmo de 3,8 grados en la escala de Richter. El leve temblor tuvo algo de presagio que excede las preocupaciones tectónicas. Lo que ocurra en la capital argentina se hará sentir de una u otra manera más allá de este país. La guerra comercial entre Estados Unidos y China aparece como trasfondo inevitable de las febriles y también furtivas conversaciones.

Donald Trump dijo al aterrizar que ve «señales positivas» que permitirían encauzar la relación bilateral. El sábado se encontrará con Xi Jinping cara a cara. «Veremos lo que sucede. Si pudiéramos llegar a un acuerdo, sería bueno, creo que ellos lo quieren y creo que nos gustaría también». Pero Trump no es un hombre de una sola palabra. La contradicción y el exabrupto forman parte de su repertorio. Por eso, cuando se reunió con el presidente anfitrión y viejo conocido de peripecias juveniles, Mauricio Macri, le habló, según su portavoz Sarah Huckabee Sanders, de «la actividad económica depredadora china». Antes de la cita más esperada entre Trump y Xi Jinping, Wang Xiaolong, del Ministerio de Relaciones Exteriores, deslizó que «el consenso está aumentando constantemente» aunque «también hay diferencias».

Un Trump amarillo e hinchable flotó en las inmediaciones del Parlamento. El muñeco llegó proveniente de París, donde suele ser usado por la Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y por la Acción Ciudadana (ATTAC). El fantoche de plástico caricaturiza al presidente de EEUU al presentarlo como un bebé y en pañales, pero es también un reconocimiento de su controvertida impronta. Durante la primera rueda de prensa, que realizó en conjunto con Macri, Trump se enojó con la traducción oficial y arrojó al suelo el audífono. Luego suscribió triunfalmente con sus homólogos de México y Canadá, Enrique Peña Nieto y el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, el acuerdo comercial que reemplaza al anterior Tratado de Libre Comercio para América del Norte (NAFTA). No se privó de cantar victoria ante ellos.

La sombra del mandatario estadounidense y el temor a un portazo de último momento está detrás de todos los asuntos medulares que los protagonistas de la cumbre deberían dejar plasmado en un documento final que, se cree, será mínimo. China y Francia se distanciaron del escepticismo del jefe de la Casa Blanca sobre las amenazas ambientales y reafirmaron en Buenos Aires su compromiso de defender el Acuerdo de París pocas horas antes de la 24ª Conferencia del Cambio Climático de Naciones Unidas (COP24), que se celebrará en la ciudad polaca de Katowice. El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, advirtió a los miembros del G-20 que si no toman acciones más decididas las perspectivas en materia ambiental serán «terribles».

El presidente de Estados Unidos consideró que el incidente entre Rusia y Ucrania en el mar de Azov lo obligaba a cancelar su encuentro con Vladimir Putin. Para los rusos, sus problemas domésticos lo llevaron a suspender la reunión. Michael Cohen, el exabogado personal de Trump, se declaró culpable el jueves de mentirle al Congreso sobre un rascacielos propuesto por la Organización Trump en Moscú.

INMIGRACIÓN / España dirigirá los debates para que la declaración final del G-20 incorpore una referencia a la necesidad de un enfoque conjunto en materia de inmigración. «Naturalmente reconocemos que todos los Estados tienen el derecho de definir sus propias políticas migratorias y de manejar de forma responsable sus fronteras, pero también deben hacerlo con preocupaciones de protección, sobre todo para los más vulnerables», dijo al respecto Guterres.

La fotografía protocolaria de los protagonistas de la cumbre abundó en sonrisas circunstanciales y dejó ver una ausencia simbólica: Angela Merkel quedó al margen de esa escenificación de la cordialidad diplomática. Un fallo técnico en el avión le obligó a hacer un aterrizaje de emergencia y retrasar su viaje. La reunión se abrió sin ella. El conservador Macri pidió a los demás líderes actuar «con el mismo sentido de urgencia que en el 2008», cuando estalló el colapso financiero e instó a «promover el diálogo que respete las diferencias e impulse acciones basadas en intereses compartidos». Los desacuerdos, dijo, evocando a Nelson Mandela, deben ser «administrados» porque «los desafíos globales requieren soluciones globales». A pocos kilómetros, lejos de los cordones de seguridad, vigiladas por aire y tierra, miles de personas advertían a los visitantes de que en el horizonte de sus expectativas solo ven asomarse el desastre.