Con impecable táctica y gran efectividad, los rebeldes haitianos completaron ayer el círculo de asedio en torno a la capital, Puerto Príncipe, mientras los seguidores del presidente, Jean-Bertrand Aristide, exacerbaban la tensión con el asesinato de varios opositores y el ataque a periodistas, cara a forzar una inmediata intervención de una fuerza de paz internacional que, como clavo ardiente, pudiera mantener al acosado gobernante. La oposición afirmó que era "irreversible la cuenta atrás hacia la hora final de Titid". Según algunas fuentes, 10 personas murieron ayer en la capital.

Tras aparecer por sorpresa al sureste de la capital y tomar el jueves Los Cayos, los sublevados rompieron ayer el frente del norte por Mirebalais, a 40 kilómetros de Puerto Príncipe. Otro centenar de presos liberados, tres comisarías en llamas, dos cuerpos carbonizados, gritos de "¡Viva el Ejército!" y las turbas, que se hacían con todo en medio de una creciente escasez, daban fe de su avance hacia el corazón del país.

Para evitar más víctimas, los dirigentes opositores pidieron a la población "calma", mientras los partidarios de Aristide alzaban con bulldózers, frente al Palacio Nacional, barricadas. Otros chimeres apedrearon y zarandearon a varios periodistas, extendieron las barricadas y los tiroteos, asaltaron residencias y ejecutaron a varios opositores. Los cadáveres de dos de ellos, esposados, sin cinturón ni cordones y la cabeza volada, aparecieron en la ruta hacia el aeropuerto.

Canadá se sumó a la presión para que Aristide tire la toalla. París hizo un llamamiento a instaurar "un Gobierno de unión nacional" sin el autócrata. La ONU pugnó por mandar una fuerza militar de países caribeños. Y Washington dijo que estaba estudiando enviar a 2.000 marines y una flotilla de tres barcos.