Infierno. Pesadilla. Restos de cuerpos esparcidos a 15 metros a la redonda. El autobús de la línea 19, destripado. El suelo, crujiente de cristales. Las sirenas ululando las malas nuevas a la ciudad con su estrépito habitual. Los cadáveres envueltos en bolsas blancas. Los perros de la policía olfateando otras posibles bombas. Rostros con lágrimas. "He visto cosas horribles que ya estoy acostumbrado a ver", decía un vecino del barrio de Rehavia de Jerusalén al Canal 10 israelí.

Por primera vez en cinco meses, otro atentado suicida ensangrentó ayer Jerusalén. Perecieron 11 personas --10 israelís y el suicida; un policía palestino de un campo de refugiados de Belén que militaba en las Brigadas de Mártires de Al Aqsa-- y otras 30 resultaron heridas, 12 de ellas graves. Una masacre con unos detalles, unas consecuencias, unos antecedentes y un contexto que, como dijo el vecino, todo el mundo conoce de memoria.

Círculo irrompible

Pero, a pesar de la tozudez de una realidad sangrienta, nadie rompe un círculo --el político-- ni un hecho --la ocupación-- que están en las raíces de la violencia que en dos días ha costado la vida de 18 personas en Gaza y Jerusalén.

Todo sonó a déj -vu ayer en Jerusalén. El lugar del atentado, la calle de Gaza --trágica ironía-- ya fue escenario de otro atentado suicida, esa vez en un restaurante, situado a 20 metros de donde estalló el bus. Y unos 100 metros más allá, se alza la residencia del primer ministro, Ariel Sharon, quien ayer estaba en su rancho a las nueve de la mañana, cuando sucedió la tragedia.

El ministro de Defensa, Shaul Mofaz, se encontraba reunido a esa hora con John Wolf, el mediador estadounidense, que tras cinco meses de ausencia regresó hace unos días a la zona para impulsar un plan de paz, esta vez la Hoja de ruta , eternamente en coma. Una vez más, una iniciativa diplomática, aunque sea tan tímida como ésta, se ve saboteada por la violencia. En su reunión con los palestinos del miércoles, Wolf se desayunó con ocho palestinos muertos. Ayer, los fantasmas de los 10 israelís compartieron su encuentro con Mofaz.

Anoche, una vez más, el Gabinete de seguridad israelí se reunió para estudiar la respuesta al atentado. Mofaz anunció a bombo y platillo que no se van a cerrar los territorios para no castigar a la población palestina, aunque a Mofaz nunca se le ha oído admitir lo que este anuncio asume: el castigo a la población, en nombre de la seguridad, que Israel comete a diario.

La condena de siempre

Como siempre, EEUU, la Unión Europea y la Autoridad Nacional Palestina condenan el atentado. Israel culpa a la ANP y la ANP culpa a Israel. Ministros de Sharon repiten que el atentado prueba que ese muro que anexiona tierras y roba la esperanza a miles de personas es necesario. ¿Cuándo se romperá este guión escrito con sangre?