"Los soldados israelís rellenan sus proyectiles con objetos metálicos para multiplicar los daños", afirma el doctor Manar al Farra, en cuyo hospital ha atendido a 54 niños desde que empezó la operación Días de Penitencia. Un recorrido por las habitaciones del hospital prueba las afirmaciones del director. Una niña de 18 meses yace en una cama con una herida de metralla en su pequeño abdomen. En la habitación de al lado, Alí, también de 12 años, se recupera de su tercera operación en una semana.

"La mayoría de niños heridos de bala recibieron disparos en la cabeza, en el corazón y en el bajo abdomen, donde es más difícil de detener la hemorragia interna", comenta el doctor. El 80% de los heridos y muertos en Yabalia, según datos del Hospital Alawa y del otro centro del campo, el Kamal Adawua, sufrieron impactos de metralla. El otro 20% recibió disparos de francotiradores.

Son tiradores de élite, como los que se apostan a unos metros de una guardería en el barrio de Tal al Zatar, el más castigado por la penitencia que Yabalia está pagando por el lanzamiento de cohetes artesanales Qasam contra ciudades y colonias israelís. Los militares arrasaron el patio del centro educativo --donde acudían unos 700 niños-- para que los francotiradores situados en los tejados tuvieran un campo de visión más amplio.