Un avión de las líneas aéreas de Uzbekistán, un Yak-40, con 37 personas a bordo se estrelló ayer cuando se disponía a iniciar la maniobra de aterrizaje en la pista del aeropuerto de la capital, Tashkent.

Las primeras informaciones acerca de los hechos apuntaron la posibilidad de que la causa del accidente fuera la espesa niebla que cubría las instalaciones aeroportuarias. El ministerio uzbeco de Interior descartó de inmediato que se tratara de un atentado terrorista. Las autoridades precisaron que no hubo supervivientes entre los 33 pasajeros y los tres tripulantes de la aeronave, un pequeño trirreactor soviético que empezó a fabricarse en 1965.

El avión de Uzbekistán Airways realizaba un vuelo interior que cubría el recorrido entre la ciudad de Termez, situada a unos 650 kilómetros, cerca de la frontera afgana, y la capital, Tashkent.

RESTOS DESPERDIGADOS El presidente uzbeco, Islam Karimov, hizo acto de presencia en el lugar del accidente, que estaba sellado por un imponente cordón policial. Los equipos de rescate tuvieron graves dificultades para poder recuperar los restos mortales de los ocupantes del avión, que se encontraban desperdigados por toda la pista de aterrizaje.

El accidente desencadenó el más absoluto caos en el aeropuerto de Tashkent, donde hizo falta que transcurrieran varias horas para poder determinar de qué avión se trataba exactamente y para apuntar alguna hipótesis sobre la causa del mortal accidente.

En un primer momento, las autoridades informaron de que el aparato que había resultado siniestrado era un Antonov-24 y que había caído a varios kilómetros de distancia de la pista del aeropuerto de la capital de Uzbekistán.