Spaccanapoli es un callejón largo y rectilíneo, herencia del urbanismo del imperio romano, que raja la ciudad de Nápoles como un cuchillo. El tubo termina en un cruce, donde empieza Forcella, conocido como el barrio de la Camorra, la Mafia local. En sus vísceras, rodeados de guardaespaldas, cámaras y galerías subterráneas para la fuga, residen 400 capos fichados.

Los forasteros avisados se paran allí y, desde el cruce, otean aquel más allá ensordecedor y a veces sórdido que no se atreven a visitar. Allí mataron la noche del sábado a Annalisa Durante, una tierna belleza de 14 años y de ojos azules, cuando estaba con sus amigas y con Salvatore, de 19 años, el novio- con-pistola de una de ellas. Algunos la llamaban Barbie .

Ultima llamada

Un camorrista, que hoy ya tiene nombre y apellido, la utilizó como escudo humano para defenderse de las balas de un clan adversario. Pero, aunque en Nápoles casi todo es posible, la vida de los niños es intocable. Eran las once y cuarto de la noche. Su padre la acababa de llamar desde el balcón, porque la pizza margarita se enfriaba.

"¡Voy!". Fueron sus últimas palabras. Los que llegaron fueron dos sicarios en vespa que iban a por Salvatore. Dispararon 15 balas. En la refriega, el joven --hijo del expoderoso líder de uno de los 20 clanes activos en la región--, primero se escudó tras la novia y después usó a Annalisa de escudo humano.

"Coma irreversible", dijeron los médicos. Ayer, la familia donó sus órganos para trasplantarlos. La policía explica que el ajuste de cuentas fue a causa de una partida de cobret , la versión comercial más reciente de la heroína, de la que Nápoles es la capital del país. Annalisa es la tercera víctima inocente asesinada por la Camorra desde las pasadas Navidades. A uno le mataron por haber mirado a una chica que ya tenía novio. Al otro, para sustraerle un móvil de última generación.

Silencio en la calle

Annalisa era hija de un comerciante y de una ama de casa. La joven tenía 11 tíos, algunos de los cuales tenían antecedentes: vendían paquetes llenos de papel en lugar de teléfonos móviles. "Si hubiera estado aquí, les habría descuartizado", reaccionó Giovanni, el padre, hablando de los pistoleros. "Era mi ángel", repetía entre lágrimas desesperadas. Numerosas madres y abuelas esperan, fuman y conversan desde la noche del sábado en el cruce maldito. Manifiestan, así, el dolor y la desesperación. Pero no sueltan prenda. Ninguna de ellas vio nada. Forcella es tierra de nadie.

El eficiente ministro de Interior, Giuseppe Pisanu, ha manifestado su "horror". Luigi de Senna, jefe de la Policía Criminal, ha prometido "arrestar a los responsables". Un año atrás, varias decenas de intelectuales escribieron al alcalde progresista de la ciudad para animarle a recuperar Forcella. El barrio está enfermo. Quizá más de degradación que de Camorra.