A Donald Trump le gusta presumir de que no sigue las reglas habituales que han marcado otras presidencias, pero hay algo en lo que no le importa ser tradicional. El lunes, antes de participar en uno de los tres mítines que protagonizó en la víspera de elecciones, adelantó que su gabinete sufrirá alteraciones. «Las administraciones normalmente hacen cambios tras las legislativas y probablemente entraremos en esa categoría».

Esta «costumbre» será en su caso una sacudida, que llegará precedida por los múltiples cambios que ya ha efectuado en menos de dos años y que han hecho de su Administración una de las más convulsas. «Quiere el equipo A más fuerte de cara al 2020», explicaba hace unos días un republicano próximo a la Casa Blanca al diario Politico.

Nadie parece más destinado a buscar un nuevo empleo que Jeff Sessions, el fiscal general. Trump nunca ha ocultado su indignación porque Sessions se inhibió de la investigación del Rusiagate. Su salida del cargo se da por hecha y no se descarta que se entere de mala manera por un tuit presidencial.

Tampoco tiene garantizado el sueldo como secretaria de Seguridad Nacional Kirstjen Nielsen, a quien Trump no ve como suficientemente determinada en la lucha contra la inmigración. Han chocado en peleas y en parte Nielsen ha sobrevivido hasta ahora porque es una de las protegidas de John Kelly, el jefe de gabinete de Trump. Si este se marchara (aunque se ha publicado que el presidente le ha pedido que se quede hasta el 2020), Nielsen sería baja segura. Incluso si Kelly no se va, posiblemente también.

Hay otros nombres en las quinielas. Aparece, por ejemplo, el de Ryan Zinke, secretario de Interior, que está bajo la sombra de una potencial investigación de la justicia. A Zinke le han salpicado ciertas revelaciones acerca de unos acuerdos sobre terrenos en Montana en los que podría beneficiarse de expansiones de perforaciones que dependen de su cartera, pero afronta también otros problemas éticos, desde haber intentado hacer a su esposa «voluntaria» de Interior para que viajara gratis a colar en algunos de sus viajes oficiales a donantes de su campaña.

Lo que Donald Trump niega es que quiera despedir al secretario de Defensa, Jim Mattis, aunque ambos mantienen lo que una fuente de la Casa Blanca ha definido como «una relación de trabajo incómoda». De Wilbur Ross, su secretario de Comercio, han trascendido el descontento de Trump con su estilo negociador y comentarios despectivos que ha hecho sobre él.