La presencia de dos placas tectónicas encaradas, la euroasiática y la africana, provoca que los países situados a ambas orillas del Mediterráneo presenten una sismicidad muy notable. Las placas se aprietan lentamente, a lo sumo dos centímetros por año, pero la fricción acaba estallando y surgen los terremotos.

La actividad es muy acusada en ciertas regiones, como el sur de Italia, áreas de Grecia y Turquía y el norte de Argelia, pero nada desdeñable en el resto, explica Xavier Goula, jefe de sismología en el Instituto Cartográfico de Cataluña (ICC). La zona de Marruecos afectada ayer, por ejemplo, no tiene una sismicidad histórica superior a la de Granada o Almería. Aunque los temblores intensos son realmente escasos, cada año se registran unos 2.000 seísmos con epicentro en España.

El último terremoto destructor en España, en 1884, causó 800 víctimas en Arenas del Rey (Granada), pero, entre otras localidades, también han sufrido episodios Torrevieja (Alicante), Málaga, Carmona (Sevilla) y Olot (Gerona), éste en 1427.