Atres semanas de las municipales, un seísmo sacudió ayer la política francesa. La difusión de extractos de las conversaciones que el principal consejero de Nicolas Sarkozy, Patrick Buisson, grabó clandestinamente en el Elíseo provocaron estupor e indignación. Personaje oscuro procedente de la ultraderecha y artífice de la radicalización del discurso del expresidente al final de su mandato -al que se atribuye la derrota de Sarkozy en el 2012-, Buisson espió hasta los momentos más íntimos del jefe del Estado.

Los micrófonos de la NSA, los servicios de espionaje de EEUU, que tanto malestar han provocado por haber grabado conversaciones de dirigentes europeos, seguramente no llegaron tan lejos como el dictáfono de Buisson. Sarkozy no podía tener al enemigo más cerca.

El hombre que le convenció de reorientar su política con ataques a la inmigración dignos de la extrema derecha, lo registraba todo. «Lo hacía para protegerse, era su seguro ante sus enemigos», certifican los analistas , que definen al consejero como un «complotista de personalidad extremadamente inquietante».

Las grabaciones, al parecer incautadas por la policía en un registro al domicilio de Buisson por uno de los casos que afectan a Sarkozy, incluían desde las reflexiones confidenciales del expresidente a conversaciones con su esposa, Carla Bruni.

«Reemplazar a Fillon (primer ministro) por Borloo (número dos del Gobierno) es grotesco, solo le puedo reemplazar por Juppe», comentó en un momento Sarkozy, en plena crisis de Gobierno.

Los extractos divulgados por Le Canard Enchainé y el diario digital Atlántico dejan al descubierto el menosprecio de Buisson -grababa también sus conversaciones con terceros- hacia su jefe, cómo le ridiculiza y siembra la cizaña con sus amigos: «Nicolas es gentil cuando hace un discurso cerrado, pero cuando añade la palabra integración...»

EL EXPRESIDENTE, «FURIOSO» / El expresidente ha hecho saber que está «furioso» y se siente traicionado por quien registró incluso a Bruni ironizando sobre el sueldo de su marido. «Se trata de un detestable atentado a la vida privada, una violación», lamentó Henri Guaino, uno de los consejeros más próximos de Sarkoy hasta que Buisson logró apartarle. Como otros, fracasó en su intento de prevenir al exjefe del Estado contra la ideología y las derivas mafiosas de Buisson. El Gobierno calificó el escándalo de «muy grave para la democracia».

Las consecuencias se adivinan. «Marine Le Pen (la líder de la ultraderecha) puede frotarse las manos», advierte Le Monde en su editorial.