Nada irrita, incomoda y altera más al presidente de Estados Unidos que la investigación del fiscal especial Robert Mueller que trata de determinar si su campaña se confabuló con Rusia para permitir la injerencia del Kremlin en las elecciones del 2016. Nada es más importante para Donald Trump que la lealtad. Esas dos realidades se han combinado de forma explosiva con la dimisión forzada el miércoles de su fiscal general, Jeff Sessions, y el nombramiento por parte de Trump como interino de Matthew Whitaker, un crítico de la investigación del Rusiagate, que ahora queda bajo su control. Y en Washington y en todo el país suenan las alertas sobre el futuro de esa investigación.

La alarma se ha desatado en el Partido Demócrata, que tras recuperar la Cámara baja en las elecciones legislativas del martes afronta su primer gran reto en la relación con Trump, pero también en las filas republicanas. La senadora Susan Collins, por ejemplo, emitió un comunicado recordando que es «imperativo que la Administración Trump no obstaculice la investigación de Mueller». Y en lenguaje prácticamente idéntico tuiteó el excandidato presidencial Mitt Romney, elegido el martes para el Senado.

El miedo de unos y otros tiene razones. Whitaker es un antiguo fiscal que, antes de entrar en el Departamento de Justicia como jefe de gabinete de Sessions y cuando era colaborador de CNN, llegó a definir la investigación de Mueller como «caza de brujas», la expresión con la que más le gusta al presidente denigrar el trabajo de Mueller. Whitaker también dijo que el fiscal general no debería investigar las finanzas personales de Trump ni de su organización, aunque esa vía podría arrojar luz sobre potenciales vínculos financieros del empresario inmobiliario o de sus empresas con Rusia. El poder que Whitaker tiene ahora en su mano es imponente. Aunque Mueller opera en el día a día con independencia y el fiscal general interino no tiene autoridad para detener los procesos y casos legales ya en marcha sí puede, por ejemplo, ordenar a Mueller que abandone la investigación de asuntos concretos. Tiene también poder para rechazar cualquier nueva línea de pesquisas y para bloquear la presentación de nuevos cargos o de citaciones judiciales. Una de ellas podría llegar a la Casa Blanca para exigir entrevistar a Trump.

Asimismo, Whitaker podría asfixiar el trabajo de Mueller reduciendo el presupuesto o imponiendo recortes de personal y podría mantener clasificado el informe final sobre la investigación. En última instancia podría despedir a Mueller, o bien acusándole de haberse comportado de forma inapropiada o quitándole las protecciones que tiene actualmente y despidiéndole sin necesidad de argumentar los motivos.

REACCIÓN DEMÓCRATA

El temor a que Whitaker obstaculice al fiscal especial ha llevado a los demócratas a ponerse en acción, aunque no será hasta enero cuando tome posesión el nuevo Congreso y recuperen el control de la Cámara baja tras las elecciones del martes. Jerrold Nadler, que presidirá el Comité Judicial, anunció ya el miércoles que se han emitido cartas exigiendo que se guarden todos los documentos relacionados con el cese de Sessions y el nombramiento de Whitaker.

Algunos solicitan al fiscal interino que se inhiba de supervisar el caso dadas sus declaraciones previas criticando la investigación, aunque según publicó The Washington Post Whitaker ha dicho a allegados que no tiene ninguna intención de recusarse.