Jugador, técnico, monitor en colegios, árbitro si toca... Es el coordinador del Fénix, club que lidera el auge del rubgy en Aragón. Lo hacen jugando, y bien, al tiempo que transmiten valores en numerosos proyectos sociales.

—¿Tiene genes de rugby?

—No. Soy primera generación. Había un amigo de mi padre que jugaba en Francia en Primera. Me contaban historias y tal, pero yo me apunté a jugar al rugby con 16 años por un amigo, como empezamos en aquel tiempo todos. Me invitó a ir a entrenar, me gustó y aquí sigo.

—De una casualidad ha hecho su vida.

—Sí. He tenido ficha 27 años y jugué en el primer equipo 15. Las últimas temporadas echaba una mano en el B, pero ahora hay tanta gente que no es necesario.

—¿Le toca de hombre orquesta?

—Sí, soy el coordinador y hago de todo. Bueno, casi todo. He seguido el proceso de cualquier exjugador. Primero me puse a entrenar equipos y luego empecé a coordinar actividades. Ahora me toca bastante el tema administrativo y entreno a los sub-16. En la escuela, donde tengo tres hijos jugando, también echo una mano.

—Al Fénix se debe el auge del rugby en Zaragoza. ¿Cuánto trabajo hay detrás?

—Nuestro club ha trabajado muchísimo. Cada año hacemos una promoción en colegios donde damos clase a 4.000 niños, lo que nos ha servido para tener en la escuela más de 200 chicos de 16 años hacia abajo. Tenemos suerte de contar con un grupo de veteranos que se ha molestado en prepararse para tener título y echar una mano. Tenemos 30 entrenadores, todos voluntarios. En el deporte amateur, la gente colabora porque le gusta y por transmitir los valores del rugby.

—¿Cuántas fichas tienen ahora?

—350. Hemos subido mucho, hace diez años tendríamos 60. Lo que ha cambiado el club ha sido la escuela. El rugby es un deporte en el que la mayoría de la gente que prueba se queda.

—¿Por qué engancha?

—Entre los deportes de equipo es quizá en el que más se muestra la fuerza del grupo, la camaradería... No hay estrellas como en otros deportes, la fuerza es el grupo.

—¿Qué proyectos le quedan?

—El club funciona bastante bien y hemos empezado a hacer proyectos más sociales. Llevamos ya tres años con el rugby inclusivo, que trabajamos con el neurosiquiátrico Nuestra Señora del Carmen. Está funcionando muy bien, está saliendo un grupo fantástico. Es algo similar a lo que se ha visto en la película Campeones con el baloncesto. Además, en enero queremos empezar a trabajar en la cárcel de Zuera.

—¿Se obtienen buenos resultados?

—Surgió en Argentina y el dato de reincidencia con la gente que está trabajando en el programa de rugby es de un 1%. Son resultados buenísimos. Luego empezaremos también a trabajar con el reformatorio de Juslibol y con un centro de rehabilitación de drogodependencia.

—¿Tienen ilusión por llegar a la cima?

—Nuestros planes eran jugar el playoff como el año pasado, pero viendo que está yendo todo tan bien... Vamos a ver si no hay lesiones porque tenemos una plantilla muy corta. Si llegáramos a ascender, tendríamos que hacer números y ver qué apoyos privados y de instituciones tenemos. No queremos hacer locuras, pero tampoco cerrarnos puertas.