Escritor, periodista. Y mil cosas más. A veces, vive en la ‘sala de máquinas’ de este diario. Otras, entre las líneas de sus historias de intriga o de sus novelas psicológicas. Le leen 20 países. Le gusta que le lean. El martes recibe el Premio de las Letras Aragonesas

-Este martes le entregan el Premio de las Letras Aragonesas...

--Es un gran honor, un reconocimiento a una trayectoria... Es el galardón más importante que concede en Aragón en cultura. Además, de la treintena de libros que he publicado, también reconoce mi trabajo periodístico. Eso me hace mucha ilusión. Tratar de llevar la literatura al periodismo ha sido una de mis obsesiones.

-El galardón resalta su dimensión internacional. Sus novelas se leen en 20 países.

-Eso es un sueño cumplido. Que te lean personas tan diversas significa que has acertado con las historias. Yo quiero que me lea todo el mundo; más o menos letrado, más o menos leído... Los novelistas somos contadores de historias.

-El caso es que este premio nos ha servido como excusa para sacarle de su ‘Sala de máquinas’, la columna que firma en este diario... ¿Qué tal se vive en esa sala?

-(risas) ¡Muy bien! Mi esquizofrenia diaria tiene que ver con los dos grandes polos de la reflexión, que son la realidad y la ficción. El periodismo me acerca a la primera y la ficción me invita a fantasear y a crear. Por eso, me gusta tanto la redacción. Ahí está la realidad y yo tengo que conocerla. Eso se nota en mis novelas.

-¿Sabe que usted es un personaje?

-Nunca he querido construirlo. Lo que sí hay es una evolución cognitiva. Pero me gusta manifestarme tal y como soy.

-Hablemos de cómo es. Es, para empezar, un aragonés nacido en Cádiz.

-Me siento aragonés. La familia de mi madre es andaluza; artistas y arquitectos. La de mi padre, aragonesa y conformada por juristas. Es una mezcla interesante. A la disciplina del aragonés, sumas la fantasía del andaluz. Esas raíces están en mi obra.

-Creció siendo hijo del primer presidente de Aragón. Eso tiene que marcar.

-Eso me permitió conocer de cerca lo que era la política; la gran política. Algunas de mis novelas, El gobernador o El manager analizan la pasión del poder. Y, en ocasiones, he utilizado personajes reales que conocí en esa época: Suárez, Felipe González o Pujol. Los conocí por mi familia o por mis primeros pinitos en periodismo.

-¿Cómo llegó el periodismo a su vida?

-Yo me licencié en Historia Moderna. Y tuve que decidir si dedicarme a la docencia o buscarme la vida como escritor. Tuve la suerte de ganar un premio con mi primera novela, el Alcalá de Henares, que tenía una dotación económica importante. Y eso me convenció de que podía abrirme camino en el ámbito de la novela y compatibilizar literatura y periodismo.

-Ejerció el periodismo en unos años apasionantes para la profesión pero en los 90, dio un salto a la política. ¿Por qué?

-Quería conocer por dentro la maquinaria de las administraciones. Dirigir la concejalía de Cultura fue una experiencia extraordinaria. Me mantuve como independiente y saqué adelante muchos proyectos con la ayuda de diferentes partidos.

-En esa época, trajo a Zaragoza numerosos eventos culturales y grandes conciertos: Bruce Springsteen, Bob Dylan, Prince, David Bowie... O Michael Jackson.

-¡Me cayó muy bien e hicimos cierta amistad! Zaragoza, en aquellos años --del 95 al 99-- vendió dos millones de entradas, llenamos La Romareda cuatro veces; hicimos conciertos exclusivos en Europa con más de 300 medios acreditados... Zaragoza estaba instalada como una ciudad de primer nivel en conciertos y exposiciones. Es muy importante recuperarlo porque eso trae beneficio y prestigio. Fue mi legado y me ha dolido que no haya tenido continuidad, salvo algún apunte esporádico.

-Se dice que de vez en cuando vuelven a tentarle para volver a entrar en política.

-¡Y de distintos partidos! No he militado nunca. Siempre he defendido mi vocación, mi criterio y mi forma de entender la vida y la literatura. En lo único que yo creo realmente es en la libertad. Es lo único por lo que daría la vida.

-También dicen que ha dado un giro al género de novela negra. En su ejercicio y en festivales como Aragón Negro.

-Siempre traté de dignificar la novela negra española, que cuando empecé estaba mal considerada. Hoy tiene prestigio, autores y festivales como Aragón Negro, que ha sido una de las grandes alegrías de los últimos tiempos. Cuando empezamos, hace siete años, no sabíamos cómo iba a funcionar. Hoy, tiene 25 sedes. Por eso, cuando oigo hablar de que en Aragón no hay públicos, de que aquí las cosas no funcionan, no me identifico. A mí el aragonés quejoso no me representa. Ni me interesa. De hecho, me siento profeta en mi tierra.

-¿Tiene ya dedicatoria para el premio?

-A mi familia. A mis hijos. Sobre todo, a Belén, mi mujer.