Director del cortometraje ‘La comulgante’, que ganó cuatro premios en el Festival de Fuentes de Ebro, incluido el de mejor corto. Además, es profesor del grado de Comunicación Audiovisual de la Universidad San Jorge.

—¿Qué supone para un corto como La comulgante ganar en el Festival de Fuentes de Ebro?

—Un espaldarazo importante porque el corto no hace ni un mes que lo hemos presentado. Es una alegría ganar en un festival como este que supone la representación del mejor cine aragonés del año y, por otro lado, no deja de ser un reconocimiento en tu tierra y eso lo hace más emocionante.

—Triunfar en una tierra de cine como este nunca ha sido sencillo...

—Aragón es una tierra tradicionalmente de cine y que está haciendo todos los esfuerzos por seguir siéndolo. Y se está haciendo desde distintos lugares, centros educativos, desde las instituciones y luego hay una parte de responsabilidad importante que es la de los cineastas. Cuando tenemos la oportunidad de algo, tenemos que demostrarlo.

—¿Qué cree que han visto en su cortometraje?

—Supongo que la intención de trasladar una historia que plantea más preguntas que respuestas. El buen cine es universal, no entiende de fronteras y plantea conflictos universales y traslada preguntas. Este corto plantea cuestiones morales de cierto calado con las que todos nos sentimos identificados.

—La industria del cine actualmente no parece ir por ese camino.

—Vivimos en un mundo que va todo muy rápido y donde el tiempo tiene mucho valor. El cine como ventana de exhibición se adecua a los tiempos que vivimos, no deja de ser una representación de su tiempo, siempre ha sido así. La mayoría del cine que tenemos actualmente compite no solo contra otro tipo de cine más comercial sino con Youtube, el móvil, Twitter, Netflix… El cine es un medio más y está en un proceso de cambio, readaptándose a los tiempos que vivimos.

—¿Cuánto trabajo hay detrás de este corto?

—Es un trabajo que todavía dura, las productoras Aurora Pinto e Inés Laporta siguen trabajando de hecho. El cine exige un trabajo mucho más allá del rodaje. Hemos rodado un corto con la mayor profesionalidad posible y con las limitaciones que tiene este medio. Hemos estado más de un año sin perder el norte de lo que queríamos, de lo que te planteaste originalmente cuando escribiste el guion. Un largometraje suelen ser tres o cuatro años y nosotros hemos estado 18 meses para este cortometraje.

—¿Qué recorrido aspira a tener?

—La vida natural de un corto es un año y el objetivo es intentar acceder a cuanto más público, mejor. Lo estamos enviando a festivales nacionales e internacionales y vamos a ver si va encontrando su lugar natural de exhibición. La intención es que el cortometraje crezca en el ámbito internacional.

—¿Sueña con rodar un largometraje?

—Todo director de cortos tiene la esperanza de estar en algún momento dirigiendo un largometraje. Yo he transitado en el largo como ayudante de dirección en Miau. Estoy trabajando en sembrar las bases para construir una buena historia en la que ojalá poder levantar una película.