Referente del periodismo en Argentina y pionera del feminismo en su país, presentó esta semana en Cálamo dos libros de artículos ‘Panfleto. Erótica y feminismo’ y ‘Banco a la sombra’ (Penguin Random House).

—'Panfleto' recoge incluso artículos de cuando empezó con el feminismo en Argentina y, sin embargo, es muy actual, ¿no cree?

—Nunca se me había ocurrido reeditarlo sin este movimiento de 'Ni una menos' que hay en Argentina. Igual me hubiera esperado un libro póstumo, con suerte se actualizó solo con el nuevo movimiento feminista. El libro recoge las intervenciones más actuales en relación al movimiento feminista de hoy, concretamente la intervención que me parece más urgente es abogar por la legalización del aborto ya que todavía no tenemos esa cobertura en Argentina.

—¿Es triste que aún estemos así en el siglo XXI?

—Lo pensaría al revés. Jamás pensé que antes de morir iba a ver esa emergencia del feminismo, todo lo contrario. Viví la dictadura, las desapariciones, el exterminio de la lucha revolucionaria pero también viví los estragos del SIDA y todo ese cóctel... Luego es verdad que están los discursos de Macri, Bolsonaro, Macho Camacho en Bolivia… sí, hay cosas que pensamos que no se iban a volver a decir nunca y sin embargo se vuelven a decir. Hay que tener cuidado porque hay algo emboscado que es la derecha que parecería que se ha disuelto pero sin embargo avanza. Pero también avanza la resistencia que me parece que es importante, tenemos un pueblo despierto.

—¿Tiene esperanza?

—Por supuesto. Nunca desaparece la resistencia. Está lo que pasó con el golpe a Evo, encima quitando la bandera con la whipala (la bandera indígena) y poniendo arriba una Biblia y Macho Camacho declarando que nunca más va a haber un presidente indio, eso forma parte de algo que no pensábamos que íbamos a volver a escuchar pero también seguro que hay también una lucha ante eso. Y en Argentina se puede decir que hay un avance de otra política pero estando rodeado por Bolsonaro, Camacho y Piñera. Hay que estar alerta.

—¿Cómo fueron sus inicios en el feminismo en los que pregonaba en el desierto?

—En el libro hablo un poco de soledad porque los grupos estaban muy dispersos, eran minoritarios y trabajaba en un espacio literario de no saber quiénes eran mis lectoras. Mi tarea militante no ha sido la de una activista sino la de abrir en la prensa espacios para el feminismo, dirigí varios suplementos para mujer que esperaban que fueran tradicionales y que hablaran de cocina, moda, belleza y yo introduje otros debates.

Aproveché una ventaja, les quedaba bien tener un espacio feminista con una feminista sola, si hubiera sido un feminismo político muy visible no me hubieran encargado suplementos feministas en los diarios. Me favoreció una cierta idea de mercado, me acompañaban todo el proceso de reclamación de derechos, divorcio, potestad compartida, leyes de violencia de género…

—¿Cuál es el papel que deben de tener las letras en la sociedad?

—En un sentido utópico todo libro debería actuar y provocar una transformación en el otro. Esa es la fantasía de muchos escritores.