Es economista y experto en responsabilidad social, aunque su pasión es el cómic, del que ha echado mano hasta en charlas sobre mercados financieros. Crítico y coleccionista, reúne algunas de sus joyas en ‘Una visión del cómic en España’, en Morlanes.

-Este viernes, se inaugura el Salón del Cómic de Zaragoza, un clásico con el que usted ha colaborado muchos años. ¿Qué tiene esta ciudad con este género?

--No solo ocurre en Zaragoza, también en Jaca o en Teruel. En Aragón, hay muchos autores y muy buenos, que además han creado ya su propia asociación. Aquí, los viene a ver mucha gente al salón, sí, pero luego te das cuenta de que son estrellas a nivel internacional. Hay mucho talento, muchas sinergias y mucho amor.

-Y su amor por el cómic, ¿dónde nació?

-A mi padre le gustaba mucho la música clásica y me llevaba al Principal a ver los conciertos. Como a mí no me gustaba tanto, me sobornaba con tebeos. En el quiosco que había frente al teatro me compraba todos los del Capitán Trueno, el Jabato... Con el tiempo, conocí a esos autores a los que había leído, como Antonio Bernal Romero, que hacía las portadas de esas ediciones, o López Espí, y fue una revelación para mí. En ese momento, mi afición trascendió el concepto de cultura popular; para entrar casi en el fetichismo (risas).

-Parte de esa pasión la ha volcado en la exposición que ha hecho en la Casa de los Morlanes de Zaragoza (‘Una visión del cómic en España’), que está hasta febrero.

-Es el resultado de la labor de coleccionista de muchos años, aunque esa la inicié ya en mi edad adulta. Yo creo que es una exposición sociológica, porque lo que pretende es contrastar cómo ha cambiado España en los últimos años, pero viendo esa transformación a través de cómic.

-Y, ¿cómo ha cambiado?

-En los sesenta, era una sociedad mucho menos gamberra y menos revolucionaria. Y eso que el cómic siempre ha estado a la vanguardia. Aún así estaba el típico cómic en el que salía la niña rezando y con sus muñecas y el niño jugando al fútbol. Ahí era todo monocolor.

-Pero no todos los autores eran así. Estoy pensando en ‘Mortadelo y Filemón’, que eran muy gamberros...

-¡Y muy revolucionarios! Como el propio Vázquez o García Iranzo, que era aragonés y el creador de El Cachorro. Algunas obras tenían muchas segundas lecturas.Si nos acordamos de Carpanta, parece que era un personaje inocuo, que pasaba hambre... Pero eso era el reflejo de una sociedad empobrecida. O pensemos en los castigos físicos. A Zipi y Zape les calentaban los padres, ¡pero bien! Eso ahora no aparecería en ningún tebeo. O los papeles tan marcados del ama de casa y el catedrático de colombofilia don Pantuflo Zapatilla. O los regalos. A Zipi y Zape como regalo les daban el vale para el pedal de la bici. Ahora, en la sociedad del despilfarro, los niños tienen la bici entera a la primera.

-La muestra incluye secciones curiosas. Por ejemplo, una sobre discapacidad.

-Los cómic te permiten explicar cosas de un plumazo. En la muestra ves un enano, de Juan Espadas, que interpreta el universo Tolkien, y no ves su altura, sino lo fuerte que es. Te fijas en su capacidad no en su discapacidad. Tenemos hasta un cómic que hizo Max escrito en braille.

-Entre las piezas que expone, habrá alguna historia personal.

-Pues por ejemplo una página que me regaló Carlos Ezquerra, aragonés de Ibdes, que es el autor del Juez Dredd. Me dio una prueba que no había acabado de entintar para una exposición de autores aragoneses en el Roncal. Falleció dos días después de inaugurarse esa muestra.

-A todo esto, usted es economista y experto en responsabilidad social corporativa. ¡Y eso que empezó como broker!

-Estudié Económicas. La especulación en los mercados financieros tiene mucho glamour y mucha adrenalina. Pero un día me di cuenta de que lo que uno gana en los mercados suma cero. Lo que gana uno especulando, lo pierde otro. Empezaron a molestarme mucho las injusticias y así fue como di el salto a la responsabilidad social corporativa.

-Esto ocurrió en los años noventa. Entonces, no se hablaba tanto de RSC. Ahora el concepto tiene hasta siglas.

-Es verdad que en los 90 nadie sabía que era esto, pero también debemos ser conscientes de que ahora estamos viviendo un espejismo con este tema. Tú puedes ser una compañía RSC y ser una tramposa. Si puedes hacer trampas con la contabilidad tradicional, cómo no vas a hacerlo con la información no financiera. Y, si no sabes a dónde quieres ir, si lo que quieres es reducir las emisiones de CO2 o trabajar en igualdad, cómo vas a instaurar una política de RSC. Aún hay mucho que hacer.

-Y con su exposición de la Casa de los Morlanes, ¿qué quiere hacer?

-Pues ya que está hecho el trabajazo, me gustaría llevarla por otras ciudades, para poner en valor la cultura del cómic y el arte que subyace detrás.